jueves, 30 de julio de 2015

En Jerusalem no se escuchará a Aziza Brahim

“Pobre del cantor que no halle el modo
de tener bien seguro su proceder con todos”
Pablo Milanes

La cantante saharaui Aziza Brahim ha anunciado que cancela su actuación en el “Jerusalem Sacred Music Festival Season 2015”, al que suponemos fue invitada. Le dimos los parabienes cuando anunció su participación y seguimos a su lado, respetando su decisión, en la que sin duda han podido influir las críticas, e incluso llamadas al boicot a sus actuaciones, por parte de personas destacadas del llamado “movimiento solidario”.
No se trata ya de considerar si llevar la música saharaui al corazón de la capital del Estado de Israel es igual a apoyar su política o por el contrario dar a conocer allí la nuestra…
Aziza no es una embajadora de la RASD, no está en “nómina” del Ministerio de Cultura, ha logrado sólo con su esfuerzo y su arte ser una figura internacionalmente reconocida; es simplemente una cantante, una artista que ha sufrido el refugio y que está comprometida con los anhelos del pueblo saharaui de recuperar su tierra y su libertad, y así lo canta.


Aquellos que tratan de poner fronteras, censuras o territorios de exclusión a la cultura y el arte, amparándose en ideologías, sin pretenderlo, se alinean con los episodios mas oscuros del totalitarismo. Si hay algo que requiere la mayor dosis de libertad es la creación y la difusión de las obras. Si hay algo que puede restañar las heridas de la política y la guerra es la música, como nos enseñó Edward Said y Daniel Barenboim creando la  Orquesta West-Eastern Divan, compuesta por jóvenes músicos árabes e israelíes tocando juntos, armoniosamente.
Cuando supe la noticia de la actuación de Aziza en “territorio ocupado” y vi las reacciones de la militancia y el activismo progresista no pude evitar pensar en los saharauis que deciden retornar, en los saharauis que hartos del refugio eterno y con la esperanza agotada, quieren volver a vivir en su país, aunque este esté ocupado, aunque esa decisión les prive de la ayuda humanitaria; saharauis, que aunque sabemos que nunca entregarán su corazón a Marruecos, sobre ellos se arroja la sombra de la sospecha y el reproche, construida desde un perverso entramado de intereses inconfesables que alimenta el statu quo. Como en la granja orwelliana hemos acabado llegando a una situación en la que “unos son mas iguales que otros”.
Todos estamos sometidos al indeseable escrutinio de estos jueces del recto comportamiento que utilizan sus clichés ideológicos y su moralidad asamblearia para anatematizar cualquier “conducta desviada”, cualquier salida del redil.
Los saharauis, cómo Ulises, algún día tendrán que atarse al mástil de su futuro como pueblo soberano para no dejarse seducir por los cantos de sirena de tantos “amigos”, que a veces confunden nuestra hospitalidad y gratitud con otorgarles derecho de acampada ideológica.
Y mientras tanto: que nadie ose silenciar la música.

Lehdía Mohamed Dafa

30 de julio 2015

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