jueves, 1 de octubre de 2015

Refugiados sirios, refugiados saharauis

Hoy mi hijo me ha preguntado quiénes son los refugiados que salen todos los días en la tele. Le he tenido que explicar que yo, aunque viva aquí (en Madrid), también soy una refugiada….. Su cara ha sido de sorpresa e incredulidad.
Un familiar saharaui me contó que este verano, estando en Tindouf, una familia de refugiados sirios, llamó a su puerta pidiendo ayuda. Todas las mujeres se aprestaron a llevarles comida, ropa y lo poco que disponían. Pero ellos necesitaban y pedían sólo dinero para continuar su calamitoso viaje hacia el refugio europeo. Y es que hay refugiados y refugiados….
La catástrofe humanitaria que está sufriendo el pueblo sirio, en su huida de la guerra y del fanatismo, está siendo retrasmitida en directo a los ciudadanos de la aldea global, que vemos replicada en las múltiples pantallas diarias el rostro de la muerte de inocentes y el sufrimiento y la desesperación de las familias. Algo que resulta insoportable.


Todos estamos conmocionados y queremos hacer algo….. colocar fotos de niños, exclamar nuestra indignación, desahogarnos…. Pero a renglón seguido no cabe dar una patada al aire y huir del realismo político. Las alternativas (desgraciadamente no creo que se pueda hablar, en propiedad, de soluciones) son complejas y necesitan de consensos sociales, acuerdos políticos e importantes dosis de pragmatismo, eficacia y altura de miras. 
Europa, el destino elegido por los refugiados sirios, y la Comunidad Internacional se están viendo obligados a actuar. Mas allá de la respuesta puntual al caso sirio es necesario el análisis y la definición de políticas a medio y largo plazo, que contemplen que el flujo de las migraciones de los países de extrema pobreza y desigualdad, del refugio a causa de la represión de Estados dictatoriales, de la huida de zonas de guerra o catástrofes, no solo no va a cesar, sino que tenderá a aumentar como consecuencia de la falta de un horizonte de soluciones, de la falta de decisión e incapacidad de los países desarrollados para aportar soluciones sin crear mayores problemas, de la mayor capacidad para los desplazamientos y hasta del floreciente negocio del tráfico de personas.
Frente a este reto, Europa no puede renunciar a seguir siendo un continente de asilo de los perseguidos políticos o de las victimas civiles de la guerra, que así lo requieran. Forma parte de su identidad y habrá que encontrar la mejor forma de asumir esa obligación moral desarrollada en sus marcos jurídicos, a pesar de la probable mayor complejidad de la convivencia, de la legítima participación de los recién llegados en los recursos y servicios públicos e incluso teniendo que mantener una identidad work in progress. Blindarse y levantar muros mas altos solo haría a Europa menos resistente a los contagios inevitables de un mundo global.
Pero acoger y abrir las ciudades a la solidaridad con las victimas legitima para adoptar una posición mas firme y activa en los zonas de conflicto, Oriente Medio, Magreb y África subsahariana, y en las causas y culpables de la miseria y la pérdida de vidas humanas. No se puede seguir tolerando la impunidad de dictadores cleptómanos, a élites militares o civiles corruptas y depredadoras de los recursos de sus países, a Estados fallidos incapaces de controlar sus fronteras o garantizar la seguridad en su territorio, el crimen organizado de terrorismos o mafio-terrorismos; no se puede colaborar con gobiernos incapaces para generar desarrollo económico y una mínima corrección de las desigualdades, que permita el surgimiento de incipientes clases medias. Europa y la Comunidad Internacional disponen de recursos para trazar una serie de líneas rojas, que mediante las relaciones diplomáticas, las redes de comunicación, las políticas de cooperación, los marcos tecnológicos, los mercados de capitales, de bienes y servicios, condicionen a los gobiernos y fuercen las reformas necesarias para dar respuesta a los causas que impiden salir de la pobreza, la desigualdad y la falta de libertades y derechos.
España no parece estar a la altura de las circunstancias. Con políticos mediocres incapaces de codearse con los líderes internaciones o jóvenes promesas, que por desconocimiento e inexperiencia, no son capaces de articular un mínimo discurso sobre los desequilibrios, las tensiones internacionales y los problemas globales, que marcan las agendas, no se llegará muy lejos; y a pesar de estar en primera línea -frontera sur de Europa (terrestre con Marruecos)- se tendrán que seguir los diktat de Alemania o EEUU.
Mención a parte, merece una breve reflexión sobre como afecta la situación de los refugiados sirios a la causa saharaui. Parece lógico pensar que el expediente de los refugiados saharaui se está viendo desplazado de las prioridades humanitarias y pasará a ocupar un lugar secundario en las portadas de la comunicación. Sólo una agudización del conflicto o situaciones de violencia e inseguridad pueden hacer que se vuelva la vista hacia nosotros de las potencias, que en definitiva tienen la última palabra, pero ello, en todo caso, no nos asegura el logro de los mejores resultados. También cabe, si las élites saharauis tuvieran capacidad para ello, desarrollar políticas que abran un horizonte de acuerdos para la seguridad y desarrollo de la región, políticas que se comprometan con la democracia y las libertades, con la igualdad y empoderamiento de las mujeres, políticas que primen los derechos y la ley sobre las creencias religiosas, políticas que erradiquen la corrupción, etc, etc, etc.… para que seguir, nos queda tanto camino por recorrer… que si entre todos los saharauis no lo remediamos, también nuestro futuro como pueblo será diktat por otros.

Lehdía Mohamed Dafa

1 de octubre de 2015

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