miércoles, 22 de agosto de 2018

“Qué dirá la gente"

Por Lehdía Mohamed Dafa

Salgo de ver la película “What will people say”, de la directora noruego-paquistaní Iram Haq, estrenada en España con el título “El viaje de Nisha”. Desde la primera escena, Mirza, un padre que con gesto serio va cerciorándose de que cada uno de sus tres hijos está dormido en su respectiva habitación, no pude evitar las comparaciones y los paralelismos con lo que sucede a diario en miles de hogares saharauis en distintas partes de Europa.



Nisha, la protagonista, es una adolescente nacida en Noruega de padres paquistaníes, que vive atrapada entre dos mundos tan difíciles de conciliar y más si eres mujer conminada a comportarte según las normas morales de una familia musulmana. Su mundo exterior es su colegio, donde comparte pupitre y pandilla con amigos de todas las razas, pero ahí un problema…… se siente atraída por un joven noruego. Su otro mundo, mas pequeño e íntimo lo conforma su familia aparentemente integrada y feliz en su sociedad de acogida. 

El coro de la tragedia es la comunidad de inmigrantes paquistaníes vigilantes de que ningún miembro traspase unas invisibles líneas rojas que puede poner en peligro el delicado equilibrio de sus identidades y sobre todo de la de sus hijos. Un futuro ahora incierto.  




La historia tiene visos de ser tan real como la vida aunque en la película se puedan acentuar algunos aspectos del drama. Es ni más ni menos la realidad cotidiana de miles de jóvenes musulmanas entre las cuales están, y cada vez más, centenares de adolescentes saharauis nacidas en España o que llegaron siendo muy niñas. Nuestra sociedad, la sociedad saharaui es una sociedad de raíces muy conservadoras, apegada a las tradiciones, temerosa de la pérdida del crisol identitario y con una parte de la moral obsesionada por el cuerpo de la mujer, el cuerpo del delito, aquello que perturba y donde se deposita el honor familiar. Desde niñas se nos inculca qué podemos y qué no podemos hacer con nuestro cuerpo. Todas sabemos que la transgresión puede tener consecuencias funestas.

La historia de Nisha, un relato autobiográfico de la propia directora Iram Haq, puede ser la de cualquier joven paquistaní, marroquí o saharaui en España. Familias condicionadas por el “what will people say” de la comunidad, obligadas a ejercer un control estricto y enfermizo sobre el comportamiento de sus hijas, y que en nombre de anacrónicas costumbres, y por miedo al rechazo, la condena y marginación de la comunidad, pueden llegar a cometer verdaderas atrocidades con tal de “enderezar las conductas europeizadas de sus hijas”. No quiero desvelar los detalles del argumento de la película, que recomiendo especialmente a mis amigas saharauis. “El viaje de Nisha” invita a la reflexión sobre una parte de los dilemas y las dificultades de la integración que a los inmigrantes de origen musulmán nos incumbe en primera persona. Enfrentarnos a estos dilemas supone para muchas familias la difícil tarea de filtrar cada día qué valores de la cultura occidental que nos acoge son compatibles con nuestras raíces a las que muchos se aferran como el  talismán que nos consagra como pueblo elegido.




Los inmigrantes saharauis podríamos decir que ya vamos contando con una segunda o tercera generación en la que han aparecido nuestras Nishas: las Mahjuba, Maloma, Najiba y otras muchas. Tenemos, siempre tendremos, una oportunidad de oro para no cometer los mismos errores, que a veces llegan a convertirse en horrores, que se viven a diario en las familias y comunidades de musulmanes en Europa. Como padres, siguiendo nuestro instinto, solo podemos decidir lo mejor para la felicidad de nuestros hijos independientemente de las opiniones o censuras de familia y comunidad. No nos queda mas remedio que afrontar la responsabilidad de elegir con la mayor libertad aquello que mas les conviene para que tengan las mayores oportunidades en la vida y se conviertan en ciudadanos de pleno derecho en las sociedades de acogida que son las suyas. 

Al final de la película , Nisha como Iram consigue su libertad, no sin antes haber pagando un alto precio. 


Madrid, 22 agosto de 2018

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