Por Lehdia Mohamed Dafa
Los estereotipos de belleza son un producto cultural, que ofrece determinadas recompensas a aquellas personas que los persiguen. El problema puede ser el coste que hay que pagar en esa persecución por un ideal que siempre está un paso más allá y en la que el tiempo es un factor adverso. Las mujeres a menudo somos víctimas, en distinto grado, cuando la búsqueda de la belleza se convierte en algo vital y se antepone a muchos otros aspectos de nuestro desarrollo personal.
El rostro, el cuerpo, o zonas determinadas del mismo, constituyen el territorio de esa ensoñación que constituye el ideal de la belleza que difiere de unas culturas a otras.
A lo largo de la historia, disciplinas como la sociología, la antropología, la estética, la moda, la medicina y la psicología/psiquiatría, han analizado la imagen corporal y sus determinantes. Ya en 1935 el neurólogo Paul Schiler en “The appearance of the Human Body” definió“ la imagen corporal como la figura de nuestro propio cuerpo que formamos en nuestra mente”. Estudios posteriores han puesto de manifiesto que la imagen corporal como elemento esencial en la creación de los estereotipos de belleza, es un constructo multidimensional, que no está determinado sólo por lo subjetivo, sino también por la influencia de factores culturales, sociológicos, económicos y ambientales.
En la cultura saharaui, igual que en la mayoría de culturas, la presión ambiental hacia las mujeres para que se lancen en persecución de un ideal de belleza es mucho mayor que a los hombres. En nuestro caso, los cánones se basan en tener una piel lo más blanca posible y un cuerpo más bien grueso (rayano con la obesidad) en el que deben lucirse una cara, brazos y tobillos rellenos. En consecuencia, se estigmatiza la delgadez de la mujer y corre la opinión falaz de que tratar de manipular el color de la piel y engordar para conseguir un cuerpo ideal no tiene prejuicios para la salud. Detrás de esta idealización subyacen algunos factores que van más allá de la mera estética. Desde mi punto de vista, la discriminación y la desigualdad de género colocan a la mujer en una posición subordinada social y económicamente. A pesar de los logros conseguidos como el acceso de las jóvenes a la enseñanza superior, y en muchos casos a la profesionalización, la sociedad saharaui mayoritariamente, todavía no aprueba ni ve con buenos ojos el trabajo femenino fuera del hogar. Las mujeres así, en consecuencia, se ven obligadas a centrar sus esfuerzos en ser valoradas y deseadas en matrimonio, como la única salida vital y fuente de realización personal. En definitiva, el matrimonio, hoy por hoy, es el único proyecto que garantiza el sustento, la autonomía económica, y libera de la férrea tutela paterna.
Para conseguir aproximarse al ideal de belleza y lograr la recompensa que representa un buen matrimonio, los métodos han ido evolucionado a lo largo de nuestra pequeña historia. Antaño, las familias sometían a sus hijas casaderas a un régimen especial conocido como “lebluh”. Este consiste en una dieta de engorde acompañada de una limitada actividad física. Para llevar a cabo de forma intensiva este régimen, las familias se retiraban a la badia (campo) aprovechando las favorables condiciones que ofrecía la época de lluvias por la abundancia de pastos. Los platos de la dieta eran elaborados a base de harina de trigo, cebada, mantequilla, manteca y leches frescas o fermentadas de distintos animales. La actividad física se limita al máximo, para no quemar las calorías ingeridas, logrando así aumentar la grasa corporal de una forma rápida. Para ello, se recluye a la joven, evitando el contacto con el exterior y la exposición al sol. Como refuerzo adicional para aclarar la piel se esnifaba azafrán y se usaban mascarillas de tintes textiles (nila) que se suponía no dañan la piel.
En la actualidad, el “lebluh” es una reliquia de nuestra cultura, un régimen que ha quedado obsoleto. Hoy las prácticas de engorde y de aclaramiento de la piel se llevan a cabo con fórmulas y métodos modernos: dietas hipercalóricas, enriquecidas con potenciadores del apetito químicos, y con fármacos que reducen la actividad física como algunos antihistamínicos, y otros que aumentan la grasa corporal periférica como los corticoides orales. En otras versiones, estos fármacos son mezclados con plantas tradicionales y se ingieren como purgantes. También se usan por vía anal como enema evacuante o en forma de supositorios. Para el blanqueamiento de la piel, los métodos tradicionales también han sido remplazados por toda una serie de productos conocidos en el mercado global de la belleza racial de los cosméticos. Las consumidoras de mayor poder adquisitivo pueden permitirse comprar productos testados, mientras que las mujeres menos afortunadas, que son la inmensa mayoría, se tienen que conformar con productos de dudosa procedencia y composición. Entre las jóvenes refugiadas saharauis, uno de los métodos más populares es la llamada “bomba”. Esta es una mezcla casera de varios productos, que incluye corticoides tópicos, hidroquinona, (prohibida en los cosméticos de la Unión Europea), mercurio inorgánico, con niveles que superan los permitidos por la Organización Mundial de la Salud,y plomo sin ningún control sanitario de nivel que, y que según la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos (FDA), no se deben superar los 10 ppm, (partes por millón).
En un artículo de la socióloga Ami. R. Zota, publicado en octubre de 2017 en el American Journal of Obstetric and Ginecology, los llamados productos de belleza racial han superado al mercado de cosmética general en todo el mundo. Por ejemplo, sólo los asiáticos estadounidenses gastan un 70% más que la media nacional, en productos para el cuidado (blanqueamiento) de la piel. Otro informe de la OMS de 2011, revela que, en África, estas prácticas llevan años generando una gran alarma social y sanitaria. Así, en países como Nigeria, el 77% de las mujeres suelen usar productos de blanqueamiento, muchas veces desde las primeras etapas de la vida. También son habituales en el resto del mundo árabe, la mayoría de los países asiáticos y en América Latina.
En el caso saharaui, no hay datos de mercado sobre el consumo de estos productos, sin embargo, disponemos de la primera evidencia científica en relación al abuso de fármacos con fines estéticos. Un equipo del laboratorio nacional de producción de medicamentos presentó un trabajo de investigación cuantitativa en las Jornadas Nacionales de Salud del 2017, celebradas en el campamento del Aaiún. El estudio constató que el 72% de las mujeres entre 20 y 30 años declaran usar o haber usado algún medicamento, como corticoides o antihistamínicos, para mejorar algún aspecto de su imagen corporal. También reflejó que cerca del 60 % de las encuestadas si bien habían manifestado que desconocían la naturaleza de los productos usados, afirman estar satisfechas con los resultados conseguidos. Previamente, en el año 2012 otro estudio científico llevado a cabo por un equipo internacional dirigido por Carlos. S. y publicado en la prestigiosa “PLOS medicine” sobre problemas de malnutrición, reveló que el 53% de las mujeres saharauis refugiadas entre 15 y 49 años tenían sobrepeso u obesidad, y el 71% padecían obesidad central. Los autores relacionaron estas alarmantes e insólitas cifras en un campo de refugiados, con las populares prácticas de engorde que usan las mujeres saharauis con fines estéticos. Aunque esta información y datos son reveladores, el verdadero impacto de estas prácticas sobre la salud de las mujeres, no se conoce aún. No obstante, los profesionales saharauis de la salud llevan años llamando la atención sobre el abuso de este tipo de fármacos entre las mujeres jóvenes. Se han reportado ya casos de envenenamientos agudos, de síntomas de neurotoxicidad, de fallo renal y hasta muertes, asociados a excesivos niveles de mercurio y plomo. También se han dado varios casos con síntomas de hipercorticolismo producidos por el abuso de los corticoides tópicos y orales. Estos síntomas pueden presentarse como la facie (cara) de “luna llena”, obesidad de predominio troncular o joroba, cansancio intenso, exceso de vello, y problemas osteomioarticulares. En este sentido, el abuso de los corticoides produce también hipertensión arterial y diabetes. Dos patologías que están haciendo verdaderos estragos en la población femenina saharaui. Además de todos estos efectos adversos en la salud física de las mujeres, estas prácticas pueden llegar a tener un gran impacto en su salud mental. Para muchas mujeres, la persecución de una imagen ideal puede llegar a convertirse en un objetivo altamente perturbador. Un corredor de sufrimientos plagado de trastornos mentales. En el caso de muchas saharauis ocurre algo similar a la anorexia que padecen algunas jóvenes occidentales, pero a la inversa. En nuestro caso, la joven subestima su volumen o algunas partes concretas de su cuerpo, empleando todos los métodos, incluido el abuso de los fármacos, para conseguir un cuerpo cada vez más voluminoso. Una lucha que se asemeja a un espejismo, mientras más te acercas, este más se aleja de ti. Toda la vida se organiza en torno a esta obsesión, generándose un mecanismo de retroalimentación que acaba esclavizando a la mujer y convirtiéndose en fuente permanente de insatisfacción, frustraciones, ansiedad crónica, depresión, baja autoestima, más trastornos de la alimentación y hasta aislamiento social.
En conclusión, podemos decir que los estereotipos de belleza femenina en la cultura saharaui y los métodos usados para alcanzarlos, pueden llegar a constituir una trampa mortal para la salud de las mujeres. Hoy ya es un alarmante y silencioso problema de salud pública, que lleva décadas instalado, y cuyo verdadero impacto es como un iceberg del cual solo asoma la punta. Se requieren un cambio de mentalidad, propiciado por medidas legislativas urgentes y un riguroso control sanitario de los productos que se usan para estos fines. También campañas de sensibilización que pongan la salud de la mujer en el centro de cualquier cuidado para la belleza y la mejora de la imagen corporal. Pero la clave, lo más necesario, es todo aquello que favorezca la independencia personal y la autonomía económica de las mujeres, para que no tengan que seguir pagando con su salud los efectos tóxicos de unos estereotipos centrados exclusivamente en una determinada imagen externa como única vara de medir sus valores como persona.
Alguien, allá por el siglo XVIII, dijo que la belleza es una carta de recomendación a muy corto plazo.
1 septiembre 2018
La belleza es la mejor moda de todas. Las personas cada día se sienten mas hermosas.
ResponderEliminarDe seguro, en el futuro esto dará de que hablar. Para mi concepto,
la belleza es el negocio de nunca acabar y sobre todo ahora que las mujeres han ganado
mas empoderamiento. Muchas gracias por tu tema, estoy de acuerdo en lo relacionado
a la belleza que mencionas