Por Lehdía Mohamed Dafa
Hace apenas unos días, en los campamentos de refugiados saharauis, el periodista Mahmud Zedan ha sido convocado, de nuevo, por las autoridades judiciales locales. El Fiscal General del Estado ha sido quien ha pedido su comparecencia ante el Tribunal de Apelaciones en el campamento de Bojador, informándole de la acusación presuntamente presentada contra él por más de 35 altos cargos de distintas instituciones del Estado saharaui. Ministros, gobernadores y parlamentarios se quejan de la exposición pública y “difamación” a las que, según el Fiscal, Mahmud les somete en las redes sociales, especialmente a través de los debates en directo que emite en Facebook.
Madrid, 20 septiembre 2018
Hace apenas unos días, en los campamentos de refugiados saharauis, el periodista Mahmud Zedan ha sido convocado, de nuevo, por las autoridades judiciales locales. El Fiscal General del Estado ha sido quien ha pedido su comparecencia ante el Tribunal de Apelaciones en el campamento de Bojador, informándole de la acusación presuntamente presentada contra él por más de 35 altos cargos de distintas instituciones del Estado saharaui. Ministros, gobernadores y parlamentarios se quejan de la exposición pública y “difamación” a las que, según el Fiscal, Mahmud les somete en las redes sociales, especialmente a través de los debates en directo que emite en Facebook.
Como en anteriores ocasiones, Mahamud está recibiendo grandes muestras de apoyo y solidaridad por parte de muchos saharauis y medios independientes. Y mientras se esperaba el desenlace de esta enésima detención, de nuevo, un interesante debate se libra en las redes sociales sobre la libertad de expresión en los campamentos de refugiados saharauis.
Al igual que en la mayoría de los países del mundo árabe, los medios oficiales del Estado saharaui en el exilio argelino, han sido un mero instrumento monopolista de propaganda que pretende establecer y repetir machaconamente el relato oficial sin el menor resquicio a otras interpretaciones u opiniones, tratando de asegurarse el control ideológico y político, de lo que sin pudor ninguno y fruto de la herencia nacionalista y marxista, denominan masas. Así, durante casi media centuria, se vienen arrogando el papel de garantes de una ficticia unidad y defensores de una causa disecada por la inanidad intelectual de una clase política a menudo parasitaria.
Todos los saharauis, aunque unos más que otros, en ocasiones, nos hemos autocensurado pensando que así hacíamos un servicio a nuestra causa, infravalorando la fortaleza que supone el debate y el efecto corrector que pueden tener las ideas críticas cuando éstas responden a legítimas aspiraciones de nuestra población. Pero el mundo vertiginoso que vivimos ha incorporado a nuestra actividad diaria nuevos canales (satélites mediante) de acceso a la información y nuevas tecnologías y soportes de comunicación (redes sociales principalmente) que han convertido a los medios de propaganda oficial en una antigualla devaluando casi por completo su influencia y credibilidad.
La conexión masiva de la población saharaui a internet con la revolución de los smartphone ha sido asomarse a una ventana de aire fresco que ha favorecido el nacimiento de unos medios independientes y de mensajes libres por primera vez en los campamentos de refugiados saharauis. La revista digital “Futuro Saharaui”, que irrumpe en la escena a finales de los años noventa, es la decana y quizás el mejor exponente. Años después han ido apareciendo cada vez más portales, blogs y páginas web que han ido ampliando y enriqueciendo los espacios para el intercambio de información, análisis y debate.
Para intentar, inútilmente, contrarrestar la creciente influencia en la opinión pública saharaui de cada vez más influencers, muchos de ellos jovencísimos, el aparato estatal saharaui, en su exilio dorado, está desatando una campaña de censura, amenazas y difamación, en esta última son auténticos expertos. Pero también y aquí si hay que reconocer que se han puesto al día, han organizado y promueven una red de nuevos medios y plataformas, que disfrazados de independientes aprovechando la apertura, tratan de llevar el agua que ya se desborda al molino del oficialismo.
Muchos comunicadores y líderes de opinión hoy se tienen que debatir entre el miedo a la difamación o el arresto, la resignación a transitar solo por lo tolerable o lanzarse a hablar alto y claro, con los costes que ello supone. Sin embargo, y a pesar de todas las maniobras, ésta batalla la tienen perdida, no se pueden poner puertas al campo, no van a conseguir acallar la polifonía de voces críticas frente a la incompetencia y la corrupción. A diario decenas de periodistas, como Mahmud Zedan, seguirán transcribiendo la realidad y cotidianidad saharaui con sentido crítico y objetivo, alejados del relato oficial de la propaganda y del juego de intereses del establishment. Mahmud Zedan, entre muchos otros temas, con sus debates y denuncias, ha declarado una guerra abierta a la corrupción política y económica que anida en tantas instituciones del Estado. Sus debates abiertos y directos en Facebook se han convertido en una verdadera pesadilla para muchos altos cargos; el precio: sólo en lo que llevamos de año, ha estado desparecido durante meses y citado por las autoridades policiales y judiciales en más de una ocasión. Esta vez, según ha declarado el mismo Mahmud, ha sido coaccionado y amenazado por el Fiscal General del Estado para que firmase un documento donde se comprometa a “dejar en paz” a ciertos altos cargos del Estado, a cerrar su página de Facebook y sus transmisiones, que tienen una enorme audiencia, en las redes sociales; de no hacerlo corre serio peligro de ir a la cárcel, ser expulsado de los campamentos o entregado a la justicia argelina, sic….
Aunque ha sido puesto en libertad, hasta la fecha, Mahmud, no ha recibido ningún apoyo por parte de la Comisión Nacional Saharaui de Derechos Humanos, como tampoco lo ha hecho ninguna de las múltiples asociaciones saharauis que dicen defender estos. Y como bien dice el mismo Mahmud, es indigno y una vergüenza que nuestro Estado, que ante el mundo hizo de los derechos humanos su bandera de lucha, en casa asfixie a diario a sus propios periodistas y ciudadanos por el simple hecho de ejercer el más elemental, la libertad de expresión.
Madrid, 20 septiembre 2018
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