jueves, 7 de marzo de 2019

Ante el 8 de Marzo: las mujeres saharauis en los campamentos de refugiados. El estado de la cuestión

Por Lehdía Mohamed Dafa

La salida precipitada de España del Sáhara Occidental en 1975, dejando a la población saharaui a merced de la invasión marroquí y mauritana, obligó a una gran parte de los saharauis a refugiarse en los campamentos de Tinduf (Argelia).

A diferencia de otros campos de refugiados, en el caso saharaui, durante años la intervención de las organizaciones humanitarias ha sido muy limitada. Y eso en gran parte ha sido porque el Frente Polisario, replicando la estructura y funcionamiento de otros movimientos de liberación nacional en distintas partes del mundo en aquellos años, organizó al conjunto de la población y la capacitó para encargarse de la gestión interna de los campamentos, y en distintas organizaciones de masas. Una de ellas fue y es la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, (UNMS). 


Mientras los hombres, en aquellos primeros años, combatían en el frente, las mujeres tuvieron que encargarse de la construcción y de la administración de los campamentos, desempeñando tareas completamente ajenas a su rol tradicional de mujeres nómadas. De la noche a la mañana se convirtieron en improvisadas maestras, enfermeras, administrativas, diplomáticas, horticultoras, constructoras, etc.  Esta necesidad de tener que contar con ellas favoreció que además se les facilitara el acceso a la educación secundaria y superior, incluso en el extranjero, y se les concediera el derecho al voto en el Primer Congreso General del Frente Polisario.

Al amparo de esa ferviente militancia, muy próxima al socialismo e inexorablemente nacionalista promovida por el Frente Polisario, las mujeres pudieron incluso llegar a transgredir ciertas normas sociales, como, por ejemplo, en la vestimenta en la que se llegó a adoptar la estética revolucionaria el uniforme verde oliva; así como el abandono de algunas costumbres y tradiciones. 

Como el resto de las organizaciones de masas creadas por el Frente Polisario la UNMS centró casi exclusivamente sus esfuerzos en contribuir a los objetivos de “la causa nacional”, la consecución de la independencia y soberanía sobre el Sahara Occidental. En consecuencia, las mujeres aceptaron sin rechistar la exigua legislación a su favor reflejada en un único artículo, el 41, de la Constitución de la RASD, que dice: “El Estado persigue la promoción de la mujer y su participación política, social y cultural en la construcción de la sociedad y el desarrollo del país”. Esta  resignación y falta de otras exigencias y derechos, con el paso de los años, ha reforzado un cierto inmovilismo legislativo, legitimado por la estrategia del Frente de postergar cualquier intento de lograr avances en la línea de una mínima equidad de género o el reconocimiento de derechos fundamentales básicos hasta después de la independencia, con las graves consecuencias que esto está teniendo para las mujeres saharauis, además de la discriminación e injusticia que supone.

Una vez finalizado el conflicto armado, que no ha supuesto el final del conflicto en su totalidad, y mientras las mujeres en otras latitudes avanzan en la consecución de más derechos y mejoras en sus condiciones de vida, en los campamentos de refugiados saharauis fuimos asistiendo a un grave retroceso en la situación de la mujer, en su capacitación, oportunidades y poder social. Se podría considerar que existen tres factores que han contribuido a que todo esto ocurra. El primero de ellos, ha sido el “alto el fuego” firmado entre el Frente Polisario y Marruecos en 1991. Una vez silenciadas las armas, los hombres “ociosos” en el frente, empezaron a pasar largas estancias en los campamentos; ello trajo como consecuencia el paulatino desplazamiento de las mujeres de muchos puestos de trabajo y responsabilidad, que habían ocupado durante los años de guerra, volviendo a recluirlas en el espacio doméstico, donde el hombre tenía secularmente garantizado el control y el derecho absoluto a tutelar todo. El segundo factor fue la vuelta masiva, también a principios de los años noventa de los estudiantes que habían acabado su formación en países extranjeros como Cuba. Después de años de formación y vida, fuera de los campamentos, en una sociedad tan distinta como la cubana, se había producido en ellos una profunda transculturación. A los campamentos regresa una mujer saharaui distinta (“las cubarauis”). Estas jóvenes mujeres son sometidas a una férrea censura y consideradas por la ortodoxia como libertinas y una mala influencia, que amenaza el equilibrio y la cohesión social tradicionales. A partir de entonces, cada vez menos familias han permitido que sus hijas fueran a estudiar en el extranjero; con la excepción de los internados argelinos, y al Frente Polisario no le ha quedado más remedio que acatar esa decisión. Llegados a este punto, no hay que olvidar que en la sociedad saharaui como en todas las arabo-musulmanas, el imaginario popular ve a las mujeres como seres esencialmente sexuales, sobre las cuales recae el honor de la familia y del clan o tribu. Por tanto, cualquier intento de renovación o cuestionamiento de las costumbres y tradiciones, representa un desafío y un ataque no sólo a la autoridad paterna, sino también hacia la cultura, la moral y hasta una blasfemia contra la religión, que al fin y al cabo sigue rigiendo las normas de vida y relaciones sociales de la sociedad saharaui y su Estado en el exilio. El tercer factor ha sido y sigue siendo un discurso propagandístico, simplista pero eficaz, que aunque vacío de postulados auténticamente feministas, ha conseguido proyectar una imagen idealizada de la mujer saharaui, como una de las mujeres árabes más libres y empoderadas. Sin embargo, esta imagen que ya forma parte del “paisaje sonoro" del movimiento solidario con el pueblo saharaui, se ha convertido en un serio obstáculo, que oculta e invisibiliza la cruda realidad de las mujeres saharauis, y que frena y ocupa el espacio de la protesta y la reivindicación de las mujeres por la igualdad, la libertad, la justicia y la mejora de sus condiciones de vida, tratando de cerrar el paso a los cambios, al progreso y a la modernidad.

Así, en este refugio prolongado en el que languidecemos, aquellos avances logrados en los primeros años, hoy podemos decir que en gran parte los hemos perdido, que nuestros derechos como mujeres siguen siendo una asignatura pendiente y que cualquier reclamación, se intenta sofocar tratando de que quede subordinada a “la causa”.

Hoy, en distintas partes del mundo, incluidos muchos países árabes, las luchas feministas avanzan y las mujeres han logrado, además del derecho al voto y la representación política, una legislación o códigos de familia en los que se regula el divorcio, la custodia de los hijos, y el reconocimiento de su personalidad jurídica independiente como personas adultas con capacidad para ejercer libremente los derechos fundamentales. En cambio, la vida de las mujeres saharauis sigue regida por “leyes” no escritas basadas en nuestras tradiciones y el islam, que además son interpretadas solo por los hombres en sus papeles de jueces, padres, hermanos o jefes tribales. Mientras las luchas feministas avanzan en la mejora de la salud sexual y reproductiva, fomentando la maternidad saludable y una natalidad controlada, hace tan solo unos días nuestro presidente Brahim Gali, ha pedido a las mujeres en su octavo congreso, multiplicar los esfuerzos para la “política de reproducción intensiva” como arma de resistencia para preservar la identidad nacional saharaui. Mientras las luchas feministas abogan por el acceso de las niñas y jóvenes a la educación en todos los niveles como base de su futura independencia y liberación, en nuestros campamentos la educación básica ha dejado de ser obligatoria, y cada vez más jóvenes optan por el matrimonio precoz, como única salida vital.

Por todo ello, creo que la situación actual de las mujeres saharauis en los campamentos, exige un análisis sincero y profundo, alejado de su instrumentación política, y de la superficial y simplista propaganda con tintes de progresismo, que falsea y mixtifica la realidad de las mujeres. Es urgente reflexionar, desde una perspectiva de género, para avanzar en la promoción de los derechos de las mujeres por la igualdad, la libertad, y la plena incorporación a la vida social, política y económica. Y por último y como no nos cansaremos de decir: esta sensibilización y lucha no debe seguir supeditándose y postergándose a la consecución de la independencia nacional, forma parte de nuestro sueño por construir una sociedad más igualitaria, más libre y mejor gobernada.

7 de marzo de 2019






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