Asria Mohamed Taleb
Por desgracia, y con bastante frecuencia, cada vez que se abre el debate sobre algún tema sensible o negativo de nuestra sociedad o simplemente cuando alguien se atreve a expresar una opinión distinta a la opinión predominante, inmediatamente es acusado de que está influenciado por la cultura occidental. Esta acusación es utilizada muy a menudo especialmente en los debates en las redes sociales sea cual sea el tema del que se trate.
En primer lugar, cuando acusamos a alguien de que está
influenciado por Occidente, estamos subestimando su capacidad intelectual para
construir una opinión propia, crítica e independiente, mostrando, por tanto, un
menosprecio, que a Occidente ni le va ni le viene
En segundo lugar, y con independencia de nuestro lugar de
residencia, cada uno de nosotros tiene capacidad para crear su propia opinión
sobre la base de sus experiencias, vivencias personales y su interacción con el
mundo que le rodea ya sea Occidente u Oriente.
Obviamente, las diferencias en cuanto a nuestras
experiencias personales, por un lado, y la influencia del medio, produce
inevitablemente diferencias en la formación de la personalidad de cada uno
generando distintos puntos de vista y opiniones. Tenemos que analizar esta
cuestión por la intolerancia y radicalismo que estamos viendo cada vez que se
intenta dialogar sobre el tema que sea. Debemos aprender y enseñar a las
generaciones venideras que las diferencias de opinión son lo lógico, lo normal
y lo sano, y sobre todo debemos aprender, que por muy diferente que opinemos,
por encima de todo debe prevalecer el respeto hacia el otro que opina distinto.
En nuestra sociedad, cuando se le acusa a alguien de que
está influenciado por Occidente, automáticamente se está dudando de su personalidad
y de sus valores morales. Cuando acusamos a alguien que está influenciado por
Occidente, de forma indirecta, le estamos menospreciando, y desdeñando o
vilipendiando su personalidad. “Cualquier viento le arrastra” (como dicen los
saharauis)
Ahora bien, como alguien que vive en Occidente y que veo a
diario cómo muchos compatriotas presentan la excusa de la influencia de
Occidente como argumento en infinidad de debates, me gustaría responderles
partiendo de mi experiencia personal.
Para empezar la pregunta que deberíamos plantearnos es: ¿qué
es realmente Occidente en nuestro imaginario? ¿Es Occidente tan malo hasta el
punto de que nadie quiera imitarlo? ¿Es Occidente retrógrado y salvaje hasta el
punto de que nadie desea parecerse a él? ¿Es Occidente un mundo inmoral y de
vicios hasta el punto que no es posible vivir entre sus gentes? ¿Es Occidente
ateo y carente de religiosidad hasta el punto de que tenemos que andar con un
Corán al cuello como amuleto para que no nos obliguen a rezar en las iglesias
en cualquier momento? ¿Es Occidente tan secular hasta el punto de que no hay
lugar para los creyentes en él? ¿Es Occidente tan racista que no hay lugar para
los negros en él? Antes de viajar a Europa yo pensaba como muchos que nos
imaginábamos a Occidente como una selva de vicios sin ningún tipo de orden, una
comunidad sin valores morales, ni religiosos, ni sociales. Había oído muchos
tópicos y frases sobre los nasara (occidentales)
como por ejemplo: “los occidentales son sucios” y así me los imaginaba
desnudos, sin sólidas relaciones sociales como las nuestras. También, con esa
frase que engloba otro sentido moral, me los había imaginado como gente que no
tiene ningún respeto hacia la tradición del matrimonio y todos pueden tener
relaciones con cualquiera y de cualquier manera. Otra frase que había oído
infinidad de veces era: “los occidentales son una panda de ignorantes, que no
saben ni donde están parados” y me los imaginaba como gente que no sabe ni
siquiera leer ni escribir, y que si no fuera por los sabios de Oriente Europa
no existiría.
Nuestro avión aterrizó un día en el suelo del Occidente ateo
y corrompido, como suelen decir muchos, y ¿cuál ha sido mi sorpresa?. Pues es
como si mi avión hubiera aterrizado en otro planeta entre cuyos habitantes y
nosotros hubiese transcurrido un siglo. No he visto a nadie tirar la basura al suelo,
nadie levanta la voz en el autobús, nadie se cuela. Aún así me negaba a darle las
gracias a Occidente, porque nosotros somos mejores y esto es lo que había dicho
nuestro profesor de la sharia cuando
yo cursaba el bachiller, a pesar de que él no había pisado nunca Occidente. A
los pocos días de nuestra llegada a la residencia (estudiantil) nos llevaron a
un lugar pequeño y muy bonito, aislado y rodeado de árboles, y nos dijeron que
lo podemos usar para la oración y lectura del Corán. Estaba sorprendida y contenta,
pero también con vergüenza ajena por todo el respeto que el Occidente infiel
nos estaba dando, ya que durante mis estudios en un país musulmán no teníamos
un lugar ni siquiera para rezar. Llegó
el Ramadán y nadie nos incordió, ni cuestionó, el por qué ayunamos, ni nuestra
forma de vestir o rezar, todo lo contrario, todos independientemente de sus
religiones, cristianos, judíos, budistas y hasta los ateos nos han felicitado por
la llegada del Ramadán. Aquellos que han preguntado lo han hecho con respeto y
cautela cuidando siempre no herir nuestra sensibilidad y no ofender nuestras
creencias, y si han opinado diferente lo hacen con argumentos objetivos y
profesionales. A partir de entonces, empecé a intentar verles simplemente como
personas de otro color distinto al nuestro, nasara
de “piel roja”, de distintas creencias, y no sólo como “el Occidente infiel”
“ellos con su religión y yo con la mía”, porque al fin y al cabo el Islam insta
a la convivencia respetando las creencias religiosas de los demás.
Llegó el día del Id (fiesta del final del Ramadán), y mi sorpresa fue todavía mayor. Uno de
los profesores y su esposa Bárbara, cristiana practicante, habían sufragado
todos los gastos de la fiesta de su propio bolsillo. Ella cocinó los platos mas
deliciosos, que nos suelen gustar a los musulmanes. ¿Tomamos la obra de Bárbara
como el acto de buena fe de una buena cristiana que respeta la religión de los
demás o como un acto de alguien, con una agenda oculta, que con fines
proselitistas intenta destruir nuestra fe musulmana? No, Bárbara es una africana, que había
trabajado durante muchos años en la enseñanza y está acostumbrada a tratar a
todos con respeto independientemente de su credo, raza o lugar de procedencia.
Durante las noches del Ramadán hacíamos té saharaui al que invitábamos
a estudiantes de diferentes nacionalidades y religiones, y les explicábamos lo
que era el Ramadán y el Islam, para así desmontar los tópicos que muchos de
ellos también tenían sobre nosotros como musulmanes como los tenemos nosotros
sobre ellos como occidentales.
Nuestro centro dispone también de piscina, a la cual se
puede acudir cualquier día salvo los miércoles que permanece reservada
exclusivamente para las estudiantes musulmanas. Ningún estudiante ni trabajador
se había opuesto a esta decisión, porque una de las características de muchos
occidentales es que respetan y aceptan las opiniones y las religiones de los
otros, aunque estén en contra al 100%. Esta es la primer lección que debemos
aprender de Occidente, y obviamente excluyo a los racistas y xenófobos que los
hay.
Otro de los mitos que también oímos sobre Occidente es que
carecían de relaciones y vínculos sociales solventes y que abandonan a sus
mayores en los hogares y residencias de ancianos, sin saber que precisamente
son muchas las personas mayores las que prefieren estar en estos lugares por la
profesionalidad y calidad de los
cuidados que allí reciben. La mayoría de las familias que conozco tienen unos
vínculos familiares muy fuertes, exactamente igual que nuestra sociedad. Se
interesan y se cuidan los unos a los otros como lo hacemos nosotros. Aquí en
Noruega, los jóvenes prefieren independizarse nada más empezar la universidad,
no porque no quieren a sus padres o porque le han echado de casa como solemos
pensar, y calificar de faltos de compasión, sino porque los jóvenes aprenden a
ser independientes y adquieren el sentido de la responsabilidad desde muy
pequeños. Mientras que en nuestra sociedad los encuentras rozando los cuarenta
y ni siquiera sabe freír un huevo.
La segunda lección, es la independencia y la igualdad entre
los hombres y las mujeres en la vida en general y en los quehaceres diarios.
Tampoco es cierto que los nasara son gente entregada al vicio sin control ni
freno ninguno. Son como nosotros, los hay virtuosos y los hay viciosos. Si no
tienes miedo a Alah ni a la sociedad cuando acosas a una joven paisana en la
calle, intenta acosar a una europea aquí…. Tropezarás primero con el peso de la
ley que protege a las mujeres. Esto no quiere decir que sean sociedades libres
del acoso sexual, pero las cifras son ínfimas. Y al menos las mujeres no tienen
miedo “al que dirán” cuando tienen que poner una denuncia contra un acosador.
Mientras en nuestras sociedades musulmanas las mujeres no se atreven a
denunciar el acoso y otros comportamientos similares de algunos hombres por
miedo a los juicios morales que suelen convertirlas de víctima en culpables. “Que
se fastidie”, como dicen en nuestra cultura, “¿qué hacías a esa hora en la
calle para que te acosen o te violen?”, Así las cifras de acoso y violaciones
permanecen ocultas y silenciadas, como si no existiesen, simplemente porque
nadie se atreve a hablar de ellas. Entonces ¿de qué podemos presumir si sabemos
que lo que esta oculto es todavía mucho peor?
La tercera lección, de Occidente tenemos que aprender a ser
honestos y valientes a la hora de debatir fenómenos negativos en nuestra
sociedad como éste. Que nuestras mujeres aprendan a no tener miedo
Muchas veces vemos a gran parte de nuestros intelectuales
escribir, “fulana o fulano viste igual que los nasara”. Sin embargo, en mi opinión, Occidente, si no incluimos a
los partidos políticos extremistas que combaten el uso del velo y demás
símbolos musulmanes, es mucho más compasivo y misericordioso que nosotros. Es mucho
más tolerante con las otras religiones y diferencias de opinión que nosotros; sé
que para nosotros es muy difícil admitirlo… Durante mis primeros días aquí me
llevé una gran sorpresa al ver a una chica con velo en el ejército noruego. Muchas
mujeres musulmanas con velo ocupan altos puestos de responsabilidad en los
partidos políticos, y también musulmanas sin velo. ¿Sabéis por qué Occidente
tiene más éxito que nosotros? El secreto está en la capacidad de sus ciudadanos
de convivir entre ellos, a pesar de las diferentes religiones. En un país
pequeño como Noruega hay más de 126 mezquitas y la cifra sigue aumentando.
Mezquitas construidas en la tierra de los infieles, y con el apoyo de los
mismos infieles ¿Cómo puede ser esto? ¿Cuál sería nuestra reacción si alguno de
nuestros huéspedes extranjeros en los campamentos pidiese un rincón para rezar?
Todos conocéis cuál sería nuestra reacción, a pesar de que nuestra religión
insta a la tolerancia y el respeto al otro. Pero si nosotros no aceptamos ni la
opinión diferente de nuestros propios paisanos, ¿cómo vamos a aceptar la de un nasarani, o un budista o quien sea?. El
profeta Muhamad dijo: “Quién ama a una comunidad es uno de ella”. Esta claro
que cualquier persona está influenciada por su entorno, sea en Occidente o en
cualquier otro lugar, pero lo que no es admisible es que juzguemos a cualquiera
dando por hecho que sus influencias son siempre negativas, ya que nuestra
opinión personal está determinada por juicios preconcebidos y opiniones
subjetivas sobre los demás tomando como base la información superficial de su
perfil personal en las redes sociales como fotos, etc.
Vivir en Occidente te enseña a ser modesto y humilde. Te
encuentras todos los días con dueños de negocios, que tienen grandes sumas de
dinero que calzan unas simples deportivas, mientras que el rey de Arabia Saudí
tiene de oro hasta la escalera de su avión privado y es quién bombardea a sus primos
de sangre y de religión, Sin embargo es la sociedad civil occidental infiel
quien les suministra ayuda humanitaria.
Occidente te enseña a ser solidario. Cuando Trump vetó el
visado a varios países musulmanes, el Occidente infiel, representado por sectores
de la sociedad civil americana salió a la calle y se solidarizó con los
musulmanes pasando horas y días manifestándose en los aeropuertos. Miles de
manifestantes han dado la bienvenida a los refugiados sirios en todos los
países europeos y han presionado a sus gobiernos para abrir las fronteras a las
familias que huyen de la guerra ¿Cuándo hemos escuchado algo similar por parte
de Arabia Saudi, Kuwait, o Qatar?, ¿Por qué? ¡Aja!, ¡seguro!, los pobres tienen
poco dinero…. sino lo habrían hecho.
Lección número cinco. No tiene nada de malo que nos dejemos
influenciar por los demás. La influencia no tiene porque ser sólo cosas negativas.
Durante mis viajes entre distintas ciudades noruegas y mis reuniones para dar a
conocer nuestra causa, me he encontrado con cientos de personas, algunos cristianos,
otros judíos, budistas o ateos, la mayoría se quedan atónitos y sorprendidos
cuando se les habla de la última colonia en África y se indignan al saber que
grandes empresas de sus propios países están expoliando los recursos naturales
de nuestra tierra ocupada. Se solidarizan y simpatizan con nosotros sin detenerse
a pensar o preguntar qué religión profesamos y al día siguiente preparan la
mochila para viajar al territorio ocupado, para romper el muro de silencio
informativo sobre la zona. La experiencia, sin embargo, es totalmente distinta
cuando me encuentro con algunos árabes. María, una hermana que no me la ha dado
mi madre, no cree en ninguna religión, pero participa en cualquier campaña a
favor de los musulmanes. Tuna, una estudiante de Derecho noruega ha viajado
tres veces para asistir al juicio de los
presos de Gdeim Izik, sin haber preguntado jamás por su religión, porque ha
puesto su humanidad por delante de cualquier otra consideración.
Lección número seis. Debemos aprender que la religión es una
cuestión personal, la relación de cada uno con su dios. Y nadie tiene el
derecho de acusar a los otros de ser ateos o infieles simplemente porque viste
de forma diferente o tiene otro tipo de creencias. Lo mejor que se puede hacer
es que “cada palo aguante su vela”. Hay muchas más cosas que debemos aprender
de Occidente y no debemos avergonzarnos por ello. Aceptar la opinión del otro y
aprender una cultura del dialogo construida sobre la base del intercambio de
puntos de vista y la libertad de cada parte con respeto hacia el otro, porque
muchos de nosotros somos radicales en las opiniones y ese radicalismo llega a
los límites de la ofensa, con expresiones intolerables. Demos aceptar las otras
cultura, porque nuestra sociedad no siempre tiene razón siempre y nuestras
ideas no son siempre las mas acertadas. Por tanto podemos influir y ser influenciados
por los demás, y seleccionar entre mejor y lo peor de cada cultura.
Por desgracia, nosotros huimos de nuestros problemas cuando
criticamos a Occidente y le echamos la culpa de todos nuestros males. Estamos
obsesionados con una teoría de la conspiración, culpamos a Occidente de nuestra
pobreza y retraso y olvidamos criticar a nuestros gobernantes. Culpamos a
Occidente de nuestras guerras fratricidas y olvidamos a los muftíes que
comercializan con ellas por intereses personales, y la lista es larga…. Occidente
no es un paraíso, pero queramos o no, ellos son mejores que nosotros en muchos
aspectos. Ha llegado el momento, por tanto, de reflexionar sobre nuestra forma
de ver las cosas y actuar. Debemos hacerlo de forma honesta y reconocer que
estamos en un coma profundo del cual debemos despertar ya.
Traducido del árabe por Lehdía Mohamed Dafa
Original en árabe. Publicado en "Futuro Saharaui" el 27 de marzo de 2017
Gracias por la traducción, anima comprobar lo sabido: Que la gente de buena voluntad y espíritu abierto es capaz de ver lo positivo de otras culturas y es capaz de criticar la suya. Que podemos aprender y mejorar, y que cada persona es responsable de la mejora en su sociedad. Occidente no es un paraíso -y debemos cambiarlo-, Oriente no es un paraíso -y debemos cambiarlo-.
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