domingo, 7 de mayo de 2017

Las piedras son de Allah. Y los bloques, mejor de cemento

Un año más he viajado a los Campamentos, los nuestros, claro, los de refugiados saharauis. Además de atender a los que lo necesitan, pasando consulta diaria a “pie de jaima”, enfocada este año hacia la salud mental, y las visitas familiares, ha habido tiempo para seguir descubriendo aspectos interesantes y desconocidos para mí de la cultura saharaui y de las transformaciones sociopolíticas que están aconteciendo en nuestra singular sociedad, en un exilio que se nos vuelve eterno.



Creo no equivocarme si digo que se están produciendo cambios transcendentales en la vida cotidiana de los refugiados saharauis y una metamorfosis en la percepción del conflicto político sin precedentes. Como es lógico e inevitable, las intensas relaciones comerciales y familiares con la vecina Mauritania, Argelia y el Sáhara ocupado, van dejando su impronta y ciertas tendencias; al fin y al cabo, son expresiones de una cultura común bidán de raíces ancestrales, que compartimos.

Puede decirse que el nivel de vida en los Campamentos ha venido mejorando desde el alto el fuego gracias, entre otros factores, al desarrollo de un comercio local, que es la actividad económica principal. Pero también en los últimos años han ido surgiendo nuevos emprendimientos en el sector servicios y de la restauración. Éste último atrae fundamentalmente a las mujeres, gracias a los sistemas de microcréditos concedidos por algunas ONGDs extranjeras. Como curiosidad se podría contar que hay un local con el letrero de “Caja de Ahorros Sahara”, aunque como todos sabemos el sistema de préstamos y envíos de dinero es muy informal y está basado en la confianza mutua y la “fraternidad”, ya que el Islam prohíbe la “usura”, y por tal se considera el cobro o pago de intereses.

Caja de Ahorros en Rabuni 

En cuatro de los cinco campamentos los hogares disfrutan, ¡por fin! de luz eléctrica, falta El Aaiún. Como dice mi tía, que vive en Smara, “es una bendición, es como haber salido de una cueva…”; “a mí me da mucho miedo -dice otra-…tanto cable a la vista, con los niños correteando por todas partes, y que todo lo tocan”. Y es cierto que ya ha habido algún accidente mortal.

Otro cambio importante está siendo la mejora de las infraestructuras. Hay carreteras asfaltadas que unen los campamentos entre si  y otras a estos con Rabuni y con Tindouf. Lo cual junto al precio barato del combustible ha favorecido al sector de transporte tanto de viajeros como de mercancías y al auge de autoescuelas, que permiten conseguir permisos de conducir también a las mujeres, a las que se ve conduciendo como nunca antes en la historia de los saharauis.

La mentalidad de autoabastecimiento alimentario, en forma de huertos familiares apoyados por distintas ONGDs ha seguido aumentando, lo que favorece algo tan importante como es el consumo de fruta y verdura ecológicas. También se puede constatar como el consumo per cápita de carnes, (camello, cordero/cabra y pollo) sigue aumentando.

Ensalada con verduras de huerta familiar 

Evidentemente, como suele ocurrir, estos cambios no favorecen a todos por igual. Lo que inevitablemente genera frustración y desesperación entre muchos cabezas de familia. Y eso propicia que hayan surgido otras actividades, que en los últimos años han cobrado importancia en la economía de los Campamentos. Estas son: el tráfico de drogas y la búsqueda de meteoritos y oro. Estas dos actividades son consideradas ilegales y están más o menos perseguidas por las autoridades tanto argelinas como saharauis. Sin embargo, esto no impide que muchos jóvenes acaben involucrados en estos “negocios” asumiendo graves riesgos y en algunos casos consecuencias que pueden hacerles perder la vida o acabar en la cárcel. El sector de la droga mueve cifras astronómicas de dinero. Llama la atención que entre la población haya una cierta división de opiniones sobre si es o no haram (pecado). Uno de los capos, ante la advertencia de un imán, que ha dictado una fatwa contra la droga diciendo que es haram, le contestó: “comerciar con la droga no es haram, lo que es haram es la pobreza”. No obstante, la opinión pública, en gran medida influenciada por la religión y los imanes, está en contra de esta actividad y la condena usando distintos argumentos. En las conversaciones diarias sobre este tema las historias suelen ser dramáticas. Se habla de persecuciones, detenciones y trifulcas o ajuste de cuentas entre distintas bandas, que operan tanto en el “territorio liberado” como dentro de los Campamentos. “Tengo mucho miedo que mis hijos se metan en esta tormenta -me comenta una madre- Es una tentación muy grande para esta juventud, que está condenada a la ociosidad. Es dinero rápido y fácil, pero sucio. Es un pecado castigado por Allah y es un peligro para su vida y para nuestra seguridad”

En cambio, la “búsqueda de la piedra”, de meteoritos, y del oro, no es haram, es solo cuestión de suerte y por tanto de providencia divina. Las historias son más bien épicas, con toques de comicidad y en muchos casos con un final feliz. Me contaron, que un día a un grupo de saharauis, cerca de 17 coches llenos de hombres, que buscaban rocas a las afueras del campamento del Aaiún, les detuvo una patrulla argelina y fueron conducidos a una base militar. Después de tomarles los datos y poner en su conocimiento que este hecho les supone tener antecedentes penales y que si reincidían podrían caerles hasta cuatro años de cárcel, el jefe argelino muy enfadado añadió: “Lo que estáis haciendo es una actividad delictiva, estáis expoliando los recursos naturales de Argelia, y blablaba blablabla….” En un momento dado, uno de los saharauis detenidos levanta la mano y le contesta: “mire usted, las piedras no son de Argelia, son de Allah, que las lanza donde quiere, ¿qué es eso de acusarnos de delincuentes?, nosotros sólo estamos buscando el pan de nuestros hijos.” Ante esta respuesta, y a pesar del clima de tensión dentro de la sala, varios saharauis y algunos soldados argelinos se troncharon de risa, provocando mas la ira del oficial.

A pesar de la estrecha vigilancia, tanto de las autoridades argelinas como de las saharauis, los hombres saharauis son leones que le han declarado la guerra al hambre y la pobreza y están demostrando que no se rinden ante ninguna adversidad… me dice mi familia.  Ahora muchos se desplazan en grupos numerosos al “territorio liberado” en busca de pepitas de oro, que se venden en el mercado negro en Mauritania y que también mueve importantes cantidades de dinero. Por lo general, buscan en la zona sur del Sáhara liberado, en concreto en la región de Tiris. El Frente Polisario ha intentado en vano custodiar la zona de búsqueda, que según algunas fuentes no oficiales abarca una superficie de 80 km2. Los buscadores de estas pepitas o vetas de oro suelen ser jóvenes nacidos en los Campamentos, que carecen de conocimientos y de experiencia. Van solo pertrechados de su ambición, capacidad de sacrificio, voluntad y mucho valor. Sin embargo, los más modernos usan equipos especiales de detección de metales con auriculares a parte de los imprescindibles pico y pala. Pasan días y noches a la intemperie, y están amenazados por la persecución policial, el miedo, el hambre y las inclemencias del tiempo. Soportando todo tipo de penurias, algunos al final son agraciados por la suerte. Se encuentran pepitas de distintos tamaños y calidades. Y “el dinero de la venta permite emprender un negocio lícito y limpio -como me ha dicho otro familiar-. La suerte es loca y a cualquiera le puede tocar…”


Todas estas novedades y cambios están contribuyendo a la mejora, en general, de la calidad de vida de los refugiados. Pero son cambios en el estilo de vida, que ahora se caracteriza por unos gastos y consumo desmedido, cuya cara menos saludable es una ingesta hipercalórica y un marcado sedentarismo (se usa el coche para todo, incluso en distancias muy cortas) y con ello una mayor incidencia y prevalencia de las enfermedades crónicas como: obesidad, diabetes, hipertensión, los dolores osteomusculares y cáncer, típicas de las sociedades del llamado “bienestar”.
Paralelamente a estas mejoras y nuevas comodidades, aumenta la apatía política y la resignación frente a las preocupaciones del día a día. Conseguir la independencia del Sáhara sigue siendo algo presente, pero se va convirtiendo en una quimera y ya no se espera con el ansia de antaño.

El plato fuerte de las conversaciones, ahora, lo ocupan los negocios y la religión. Parece como si “todos, se han vuelto expertos en la materia religiosa. Cualquier niño es un muftí; o sea abundan los falsos ulemas y esto es una de las señales del fin del mundo” sentencia mi padre. Lo cierto es que el poder religioso está cobrando una importancia capital en muy corto plazo de tiempo. Y su credibilidad, al margen de alguna crítica tibia a los extremistas, goza de muy buena salud entre los refugiados. Un imán muy influyente ya le ha echado un auténtico y peligroso el pulso al Polisario, reivindicando una “República Islámica” en lugar de la actual “Democrática” en el Sáhara. El radio de acción e influencia de los imanes se va ampliando a pasos agigantados. Su larga mano no se contenta con controlar la moral y el comportamiento, sino que también quiere hacerlo con la política, los negocios y hasta la salud, llegando a aconsejar y “recetar” todo tipo de remedios salutíferos por no decir milagrosos, basados en el Corán y la Sunna. Cobran especial protagonismo los remedios y vías que utilizó el profeta Muhammad como la arruguia. Una especie de terapia, con episodios de entrada en trance y exorcismos, basada en la autosugestión. Otro remedio usado es la lehyama (la ventosoterapia) útil según ellos para expulsar enfermedades sobre todo osteoarticulares producidas por el frio, el viento y el estancamiento de la sangre y finalmente la miel combinada con distintas plantas medicinales. Los imames, así se van convertiendo en curanderos, desplazando a los chamanes tradicionales, a los que acusan de herejes y charlatanes

                                           Ventosoterapía                         Nuevas construcciones con cemento armado 

Como conclusión, un vecino entrado en años me llegó a decir: “los saharauis a pesar del refugio, viven el mejor momento de toda su historia” en cuanto a su situación social y económica. Otra vecina viuda, gran emprendedora, remachó: “mi marido se murió en la guerra luchando por la causa común como bien sabes, pero ahora mi causa son mis hijos y no quiero que sigan pasando las calamidades que yo he pasado. Sólo Allah sabe por cuánto tiempo más estaremos en esta tierra (la hamada)… dicen que tenderemos luz eléctrica en el 2018, y por eso yo me estoy construyendo mi casa de bloques de cemento y varillas de hierro”.

Lehdía Mohamed Dafa

7 mayo 2017

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