viernes, 16 de noviembre de 2018

En el luctuoso aniversario del Acuerdo Tripartido de Madrid (Parte I) Resentimiento y moderación

Lehdía Mohamed Dafa

El 14 de noviembre es una fecha fatídica para los saharauis. Hace 43 años tuvo lugar un acto de deshonor: la firma del Acuerdo Tripartito de Madrid. España, sus distintos gobiernos, desde entonces, han venido manteniendo en relación al conflicto del Sahara Occidental, una posición que podría calificarse de irresponsable, timorata y lo que a mi juicio es peor, carente de ambición estratégica de país.

No voy a recordar los acontecimientos, ni las declaraciones falaces de destacadas personalidades, ni siquiera las posibles equivocaciones que pudieron haber cometido unos jovencísimos líderes de lo que fue una lucha anticolonial por la independencia y soberanía del Sahara Occidental. Hoy me gustaría que reflexionásemos juntos sobre algunas secuelas de este desastre político y humanitario.

En primer lugar, creo que los saharauis deberíamos enfriar el resentimiento. Todo el mundo es consciente de que nos sentimos traicionados y responsabilizamos a España del abandono de lo que fue su territorio nacional y sus ciudadanos o súbditos, como se prefiera. Lo que nos abocó a la guerra, el exilio y el refugio prolongado. Pero con todo, no creo que nos convenga instalarnos en la zona de confort de la mera denuncia y exigencia de responsabilidades, y mucho menos en la torpeza del resentimiento hacia España. Esta última es una sombra siniestra que se proyecta sobre nuestras opiniones, relaciones sociales y actitudes políticas en el devenir de los acontecimientos. No podemos seguir alimentando el resentimiento. Es un callejón sin salida, que aviva el odio y la frustración; y que a quién mas perjudica es a nosotros en todos los planos. Hay que ponerse manos a la obra, a reconstruir los lazos históricos de amistad, aprecio mutuo, colaboración y hasta me atrevería a decir que de patriotismo cívico compartido. Y todo ello sin esperar nada a cambio. Por nosotros, por nuestro bien y por nuestro propio interés.


En segundo lugar, creo que conviene moderar nuestra posición política. Nuestra “revolución” estuvo enmarcada en el momento histórico de las luchas anticoloniales de inspiración socialista en sintonía con el pujante nacionalismo árabe. Estos “pecados originales” parecen seguir marcando la pauta de nuestra acción exterior. Como si el tiempo se hubiera detenido. Tradicionalmente hemos encontrado una mayor comprensión y apoyo a nuestra causa en los partidos de izquierda y en los partidos nacionalistas o independentistas. Nos hemos dejado querer por lo mas cómodo, aunque ello no fuera, a los hechos me remito, lo mas eficaz.

Nuestra causa, además de justa, es una causa histórica, humanitaria y hasta geoestratégica, susceptible de encontrar aliados en distintos planos y en todo el arco de fuerzas políticas. Y no vamos precisamente sobrados de apoyos eficaces. Posicionarnos públicamente, como solemos hacer, al lado solo de partidos extremistas de izquierda, populistas o independentistas nos priva o limita nuestras posibilidades de abordar un diálogo sincero en busca de posiciones compartidas y proyectos viables con las otras fuerzas políticas, aquellas que, representando a sectores mayoritarios de la sociedad española, son además partidos de gobierno. No nos conviene seguir manteniendo una posición política tan sesgada y errática. 

Nuestra sociedad es una sociedad tradicional, hoy, por desgracia, con un fuerte componente religioso, que ni conoce ni comparte ideologías radicales o extremistas. Debemos dialogar con todos y centrar nuestros esfuerzos en colaborar con aquellos que buscan una solución pacifica a un conflicto que dificulta la seguridad y el progreso de la región, del Magreb en su conjunto.

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