Lehdía Mohamed Dafa
El reciente y breve viaje de los reyes de España a Marruecos forma parte del recurrente guión de escenificar el interés de España en mantener las mejores relaciones posibles que redunden en una eficaz colaboración policial antiterrorista y en insistir en pedir a Marruecos un mayor control de la inmigración irregular, todo ello ornamentado con la firma de algunos tratados de carácter económico y cultural.
Una vez mas quedan fuera de la agenda las cuestiones mas espinosas: las reclamaciones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla y la ocupación del Sahara Occidental y su mar territorial.
Coincidiendo con el viaje se han publicado tres artículos de opinión y análisis sobre las relaciones hispano-marroquíes firmados por Haizam Amirah Fernández “España-Marruecos: el salto pendiente”, Ana Palacio “Lazos y nudos” y María Teresa Fernández dela Vega “Marruecos y España, unidos en la diversidad” que coinciden en el interés en fortalecer las relaciones económicas, ya de por si intensas, en apoyar los intereses de Marruecos en la Unión Europa y en explorar las oportunidades de la nueva política africana del reino alauí, además de profundizar en el conocimiento mutuo de ambas sociedades superando los estereotipos.
Son analistas expertos y dejan leer entrelineas las dificultades de tratar con un régimen que a menudo utiliza resortes inconfesables para lograr el aval de sus posiciones en los organismos internacionales o para incrementar el importe de las ayudas o compensaciones. Y todo ello en un país que sufre desigualdades económicas inadmisibles, tasas de analfabetismo alarmantes, graves desequilibrios, un intervencionismo que crea inseguridad jurídica y una democracia de muy baja calidad.
Son analistas expertos y dejan leer entrelineas las dificultades de tratar con un régimen que a menudo utiliza resortes inconfesables para lograr el aval de sus posiciones en los organismos internacionales o para incrementar el importe de las ayudas o compensaciones. Y todo ello en un país que sufre desigualdades económicas inadmisibles, tasas de analfabetismo alarmantes, graves desequilibrios, un intervencionismo que crea inseguridad jurídica y una democracia de muy baja calidad.
España está viviendo un momento político complejo: Cataluña, fin del bipartidismo, irrupción de los populismos… y quizás eso explica la falta de ambición en política exterior y la adopción de un perfil bajo en los problemas y retos internacionales, con consiguiente perdida de oportunidades.
Frente a la idea de intentar reforzar las relaciones con Marruecos y los réditos de apoyar sus políticas en la línea que apuntan los analistas antes mencionados cabe la de considerar las oportunidades que pueden surgir de la colaboración con Portugal y Francia para trazar una política conjunta en el Magreb y por extensión en los países del Golfo de Guinea que ofrezca un horizonte a largo plazo de desarrollo y estabilidad. Se podrá decir que ambas estrategias no son incompatibles, pero las culturas políticas compartidas, los tratados y la coincidencia de intereses pueden determinar las prioridades y la eficacia en el logro de los objetivos.
Por cierto ¿para cuando una visita del rey de Marruecos a España?
15 febrero 2019
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