Por Lehdía Mohamed Dafa
7 de marzo de 2018
Mañana es el futuro, y yo lo veo con optimismo.
Hace unos años cuestioné la existencia de un feminismo saharaui. He expresado en más de una ocasión que los cambios y logros que se
consiguieron en la situación de la mujer saharaui durante los primeros años revolucionarios
de combate por la liberación y la independencia se han ido destiñendo
gradualmente de forma injustificable, hasta llegar a la situación actual. He
manifestado, además, que organizaciones como la Unión Nacional de Mujeres
Saharauis (UNMS) y la representación de la mujer en instituciones como el Parlamento o el Secretariado Nacional son meras correas de
transmisión de la política monolítica del Frente Polisario o una fachada
colorista; en ningún caso activas representantes o portavoces de los derechos
inalienables de la mujer saharaui en su lucha por la igualdad y por la mejora de las condiciones de vida, en el marco de la exigencia del cumplimiento de las
resoluciones de Naciones Unidas. Mis argumentos se basan en la evidencia. En estos 40 años esta organización integrada en el Frente y la elite de
mujeres, que han ostentado cargos de segundo nivel, han sido incapaces de
incorporar en sus agendas y programas de acción ni un solo proyecto político,
legislativo o social que tenga como objetivo conseguir la plena
igualdad, al menos jurídica, para las mujeres. Consecuencia de ello, es que
actualmente somos una de las raras excepciones que no tiene un código de
familia o un estatuto de derechos civiles similar al menos al de otros países del mundo árabe musulmán.
Y sin embargo, y aunque no exista ninguna organización que
puede ser calificada como feminista todavía, hoy si se puede decir con orgullo que existe un feminismo saharaui. En los últimos años, y especialmente a lo largo
del año 2017, en las redes sociales han ido apareciendo un conjunto de perfiles
de mujeres saharauis, jóvenes, libres, rebeldes, que con distintas sensibilidades
y planteamientos han ido dejando un reguero de comentarios y declaraciones
inequívocamente feministas; han ido constituyendo grupos e intercambiando información,
hasta lograr crear un espacio de encuentro y debate, independiente y plural,
donde coincidir con otras mujeres valientes, que ya nunca aceptarán la
sumisión, y que, con altibajos, muestran día a día su firme compromiso en la lucha
por la igualdad, por las oportunidades y por mayores cotas de poder para las
mujeres. Jóvenes como: Mena Souilem, Lehdía Albarbuchi, Najla Mohamed, Emgaili
Jatri, Minetu Errer, Hurria Salama,
Tfarrah, Aichatu, Asria Mohamed, entre otras, y páginas como “Desmaquillando tabúes” (en español) “Hacia una conciencia feminista iluminadora” (en árabe) o las recientemente celebradas
primeras jornadas de “Feminismos Saharauis” en Zaragoza son ejemplos punteros
de un movimiento que ha salido a la palestra y está deconstruyendo el manido discurso
oficial, que a lo largo de estos años había monopolizado y exportado
una imagen idílica de la mujer saharaui, que nada tiene que ver con la cruda y
dura realidad.
(c) Tasnim Baghdadi
Estas jóvenes activistas son un ejemplo de valentía, conocimientos, experiencias y sentido común. Reivindican a diario que nuestra lucha por la igualdad no puede quedar subordinada ni esperar a la consecución de la independencia y la soberanía nacional. Sin miedos ni complejos, han puesto el acento en que los derechos que reivindicamos no son un lujo ni meros caprichos, son derechos humanos universales necesarios para vivir con dignidad. La chispa se ha encendido y serán cada vez más las mujeres saharauis que exijan una legislación que impida la discriminación de la mujer, que ponga negro sobre blanco nuestros derechos que hoy permanecen en el limbo, y que se garantice su protección y libre ejercicio.
Las mujeres saharauis nunca han hecho del victimismo su bandera de lucha, pero muchas ya están cansadas de seguir en la cárcel dorada de un relato épico, que ya es historia. Hoy, tienen problemas acuciantes como la falta de autonomía económica, el matrimonio temprano como única salida vital, la dependencia de la autoridad masculina, la ausencia de un marco legal que regule el derecho al divorcio, la tutela de los hijos, la definición de la mayoría de edad, la edad mínima para contraer matrimonio, la herencia, la continuidad de una educación básica, secundaria y universitaria sin presiones para el abandono escolar, y un marco legal y medios que permitan acceder a una salud sexual y reproductiva saludables.
Somos conscientes de que nuestra lucha no es fácil como no
lo ha sido ninguna lucha feminista en el mundo. No podemos eludir que somos
parte de un conflicto complejo donde la mayoría de las mujeres, que sacrifican su
vida a la supervivencia y cuidado de su prole y de los ancianos, no han
oído siquiera la palabra feminismo. Pero también sabemos que nuestra sociedad
en el exilio, en los territorios ocupados y en la diáspora está sufriendo una
acelerada y profunda transformación que podemos aprovechar, como una ventana
de oportunidad, para seguir avanzando hacia un cambio a favor de nuestros
derechos, de la igualdad y de mejores condiciones de vida.
No debemos perder la perspectiva de dos ejes fundamentales. El primero es la educación mas completa posible de las niñas como el pilar básico y garantía de su capacidad para adueñarse de su vida y decisiones, para ampliar el horizonte de sus oportunidades y para desarrollar sus propias ideas. Y el segundo, mantener un firme e irrenunciable compromiso con la paz y la solución negociada de un conflicto político del cual somos las principales víctimas. Apoyadas en la Resolución 1325 de Naciones Unidas debemos construirnos y reconocernos como sujeto político y exigir la participación directa y activa, desde una perspectiva de género, en todos los procesos de negociación o en cualquier tipo de iniciativa para la paz, la seguridad y el desarrollo de la región.
No debemos perder la perspectiva de dos ejes fundamentales. El primero es la educación mas completa posible de las niñas como el pilar básico y garantía de su capacidad para adueñarse de su vida y decisiones, para ampliar el horizonte de sus oportunidades y para desarrollar sus propias ideas. Y el segundo, mantener un firme e irrenunciable compromiso con la paz y la solución negociada de un conflicto político del cual somos las principales víctimas. Apoyadas en la Resolución 1325 de Naciones Unidas debemos construirnos y reconocernos como sujeto político y exigir la participación directa y activa, desde una perspectiva de género, en todos los procesos de negociación o en cualquier tipo de iniciativa para la paz, la seguridad y el desarrollo de la región.
Nuestra lucha por la igualdad de la mujer es la mejor inversión en la construcción de una sociedad saharaui democrática, moderna y más justa; que, en definitiva, sólo será posible con la plena y activa integración de sus mujeres en todos los ámbitos de la vida social, económica y política.
El pueblo saharaui necesita más mujeres como usted!y también hombres si es posible!No podemos seguir tapando los ojos ante esa realidad. Sabemos que nuestra lucha es larga pero hay que seguir. Siempre al final de un túnel se encuentra la luz. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Un cordial saludo. Lehdía
EliminarGracias Lehdia Es una maravilla que en este momento de aceleración de los cambios tecnológicos, de la globalizacion y del cambio climático mujeres como tu digáis lo que pensais. Y mostreis vuestra vision y experiencia de primera mano. Salud y prosperidad !!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias profesor Jose Maria por su gran generosidad.
EliminarMe anima muchísimo leer sus análisis cualquiera que sea el tema que trata, siempre con una gran madurez. ¡Gracias!
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