Acaba el XIV Congreso del Frente Polisario sin cambios. Otra
oportunidad perdida para la renovación de políticas y dirigentes de un
movimiento que ha acabado fosilizándose, mientras el pueblo saharaui en el
refugio, la ocupación o la diáspora va perdiendo su esperanza entre la
impotencia y la resignación.
La organización de este Congreso baldío, en nada menos que ¡en
8 días!, no ha sido capaz de abordar: un análisis en profundidad de la
situación política internacional, en la que se han producido cambios trascendentales,
ni ha revisado la estrategia o los objetivos, ni ha hecho planes que atiendan
las necesidades y enormes carencias de los refugiados; todo se ha fraguado en
clave interna, en clave de dinámicas organizativas: estatutos, elección de
cargos, etc…
Los procedimientos y recursos del inmovilismo y tenerlo todo
bajo control, están probados en anteriores Congresos y funcionan. Por cierto,
ha habido un despliegue insólito de medidas de seguridad, scaners en los
accesos incluidos, ¿paranoia de un ataque marroquí o valoración de los riesgos
del yihadismo en la región? Las reuniones preparatorias, con participación
seleccionada, permiten que los mas díscolos puedan desfogarse, “sin que la
sangre llegue al rio”, y ofrecen la imagen de una democracia interna, que es
mero espejismo. La selección (no se puede hablar de elección propiamente) de
los congresistas es un arcano, que se realiza sin los mas elementales controles
y garantías.
El inicio de los sesiones vino marcado por “la bomba”, en
forma de carta pública, que soltó Hach Ahmed, miembro de la Comisión
Preparatoria, pero voluntariamente ausente del Congreso, y que bien puede
calificarse como una auténtica “enmienda a la totalidad” y por el Informe
General del Primer Ministro en el que se reconoce que la corrupción mina las
instituciones del “Estado” saharaui.
En mitad del Congreso apareció Mohamed Abdelaziz, que ya mas
que un dirigente político, parece un ente que se sitúa en otra dimensión, mas
allá del bien y del mal, y con su intervención dejó claro que nada se iba a
cambiar, ni siquiera su propagandística y falsa renuncia a seguir como “líder
supremo”. A partir de sus palabras el Congreso, sabedor que todo era inútil, se
centró en la elección de los miembros del Secretariado Nacional. Ninguna novedad tampoco. Con y sin acuerdos
tribales, la práctica totalidad de los elegidos pertenecen al aparato. Todo
está atado y bien atado en un ambiente cargado e irrespirable, que incapacita
al Polisario para su “aggiornamento” y lo que es peor: que condena al pueblo
saharaui al destierro, la falta de libertades y las carencias “sine die”.
Por último, cabe resaltar dos pequeños pero significativos
detalles. En primer lugar la mínima relevancia de la delegación argelina en el
Congreso, síntoma de la gravedad de los problemas que aquejan al país y que
pronto repercutirán en la vida de los refugiados. El otro, el torpe “olvido” de
no dirigir una carta al presidente del gobierno de España, mientras si se hacia
lo propio con el presidente Obama y el presidente Hollande. Aunque este
capítulo epistolar del Congreso sea meramente simbólico -ahora que estamos en
Navidad, como cartas a los Reyes Magos- no se puede perder ni un segundo de
vista el importante papel político que puede y debería jugar España en la causa
saharaui. El manejo de los donativos y la solidaridad añeja no lo es todo.
¿Tendrá que acabar siendo la biología la que, en años
venideros, haga el trabajo que no han sabido o querido hacer los congresistas?
Lehdía Mohamed Dafa
24 diciembre 2015
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