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sábado, 9 de diciembre de 2017

Jerusalén y “el viaje nocturno”

Lehdía Mohamed Dafa

El anuncio de D. Trump de trasladar la embajada de EEUU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén ha provocado un terremoto en el mundo árabe, la desaprobación de sus aliados, soledad en el Consejo de Seguridad de NNUU y críticas “in misericorde” en amplios círculos de analistas e intelectuales.

La mayor parte de los análisis, que se pueden leer en España, interpretan la iniciativa en clave interna de EEUU o por la influencia del omnipresente lobby judío, sin descartar aquellos más burdos que lo achacan al desconocimiento de la Administración Trump de los problemas de la región o a las habituales fanfarronadas o salidas de tono del presidente.


Resulta curioso que algunos analistas que pasan por ser expertos en el mundo árabe presten tan poca atención a lo que están publicando muchos de los más influyentes medios árabes o transmiten los canales de TV. De haberse tomado la molestia de salir de la zona de confort intelectual habrían ponderado como corresponde los importantes cambios que están teniendo lugar en Arabia Saudí en el marco de su rivalidad abierta y ancestral con Irán. Los dos auténticos protagonistas, que están detrás de todo lo que ocurren en Oriente Medio, con mayor o menor complicidad de los países occidentales, que practican una diplomacia de geometría variable. Dejo para los expertos el relato, pero, ahora, no quisiera dejar de señalar, que tanto la casa real saudí, como sus hermanos pequeños Emiratos, Bahrein y Kuwait, así como su beneficiario principal, el gobierno egipcio, se han apresurado a saludar con entusiasmo la iniciativa de Trump, que se había cocinado previamente en Riad, y reforzar su apoyo explícito al Estado de Israel, que se espera que se convierta en el principal aliado de la zona en su disputa con Irán.

Alguien en alguna universidad o think tank debería de profundizar en la diferente naturaleza de las críticas a Israel y a EEUU. Mientras que para algunos partidos y movimientos políticos en los países occidentales se trata fundamentalmente de la solidaridad con una población, la palestina, que se ha visto desplazada y subordinada, por la fuerza, por un Estado que ha contado con el apoyo de sus gobiernos, los occidentales, y sobremanera del de EEUU, que arrastra el viejo armiño imperial, es la quintaesencia del "capitalismo explotador” y el gendarme global; para otros, los musulmanes, la Umma, y los gobiernos de los estados confesionales, que tratan de actuar según los preceptos sagrados, es insoportable la idea de ver como el segundo lugar sagrado del Islam esté bajo control de los infieles.


La Mezquita de la Roca, en el centro de Jerusalén, rodeada por Alburaq (el Muro de las Lamentaciones para los judíos), no es una mezquita más. Es un lugar sagrado. Es, ni más ni menos, el punto exacto donde Mahoma reunió al resto de los profetas (Salomón, Moises y Jesucristo, incluidos) dirigió los rezos y se elevó a los cielos a la presencia de Allah. Nunca un musulmán podrá aceptar que ese lugar sea profanado por la presencia o el control de los infieles. ¿Alguien puede imaginarse el Vaticano custodiado por el ISIS en lugar de por la Guardia Suiza? Las desgracias de los palestinos al lado de los principios de fe son algo totalmente secundario.

Es verdad que el Corán, la palabra de Dios, no menciona a Jerusalén y que solo describe el “viaje nocturno” de Mahoma a lomos de un pegaso y en compañía del arcángel Gabriel a la mezquita “más alejada”, aquella que fue construida nada menos que por Adán o por los ángeles, pero los hadices posteriores dejan fuera de toda duda que esa mezquita es la Mezquita de la Roca en Jerusalén, algo de lo que ningún musulmán duda.

Comprendo que es difícil abordar análisis políticos o geoestratégicos basándose en las creencias, y que, en cualquier caso, estas no lo explican todo, pero si no hay una base de conocimientos profundos sobre el islam y las arraigadas creencias de los musulmanes, los análisis de los “expertos” tienden a repetir lugares comunes, evitan abordar comportamientos aparentemente contradictorios y lo que es peor no contribuyen a aportar ideas para avanzar por el tortuoso camino de la paz.

9 diciembre 2017



jueves, 30 de julio de 2015

En Jerusalem no se escuchará a Aziza Brahim

“Pobre del cantor que no halle el modo
de tener bien seguro su proceder con todos”
Pablo Milanes

La cantante saharaui Aziza Brahim ha anunciado que cancela su actuación en el “Jerusalem Sacred Music Festival Season 2015”, al que suponemos fue invitada. Le dimos los parabienes cuando anunció su participación y seguimos a su lado, respetando su decisión, en la que sin duda han podido influir las críticas, e incluso llamadas al boicot a sus actuaciones, por parte de personas destacadas del llamado “movimiento solidario”.
No se trata ya de considerar si llevar la música saharaui al corazón de la capital del Estado de Israel es igual a apoyar su política o por el contrario dar a conocer allí la nuestra…
Aziza no es una embajadora de la RASD, no está en “nómina” del Ministerio de Cultura, ha logrado sólo con su esfuerzo y su arte ser una figura internacionalmente reconocida; es simplemente una cantante, una artista que ha sufrido el refugio y que está comprometida con los anhelos del pueblo saharaui de recuperar su tierra y su libertad, y así lo canta.


Aquellos que tratan de poner fronteras, censuras o territorios de exclusión a la cultura y el arte, amparándose en ideologías, sin pretenderlo, se alinean con los episodios mas oscuros del totalitarismo. Si hay algo que requiere la mayor dosis de libertad es la creación y la difusión de las obras. Si hay algo que puede restañar las heridas de la política y la guerra es la música, como nos enseñó Edward Said y Daniel Barenboim creando la  Orquesta West-Eastern Divan, compuesta por jóvenes músicos árabes e israelíes tocando juntos, armoniosamente.
Cuando supe la noticia de la actuación de Aziza en “territorio ocupado” y vi las reacciones de la militancia y el activismo progresista no pude evitar pensar en los saharauis que deciden retornar, en los saharauis que hartos del refugio eterno y con la esperanza agotada, quieren volver a vivir en su país, aunque este esté ocupado, aunque esa decisión les prive de la ayuda humanitaria; saharauis, que aunque sabemos que nunca entregarán su corazón a Marruecos, sobre ellos se arroja la sombra de la sospecha y el reproche, construida desde un perverso entramado de intereses inconfesables que alimenta el statu quo. Como en la granja orwelliana hemos acabado llegando a una situación en la que “unos son mas iguales que otros”.
Todos estamos sometidos al indeseable escrutinio de estos jueces del recto comportamiento que utilizan sus clichés ideológicos y su moralidad asamblearia para anatematizar cualquier “conducta desviada”, cualquier salida del redil.
Los saharauis, cómo Ulises, algún día tendrán que atarse al mástil de su futuro como pueblo soberano para no dejarse seducir por los cantos de sirena de tantos “amigos”, que a veces confunden nuestra hospitalidad y gratitud con otorgarles derecho de acampada ideológica.
Y mientras tanto: que nadie ose silenciar la música.

Lehdía Mohamed Dafa

30 de julio 2015