Lehdía Mohamed Dafa
El anuncio de D. Trump de trasladar la embajada de EEUU en Israel
de Tel Aviv a Jerusalén ha provocado un terremoto en el mundo árabe, la
desaprobación de sus aliados, soledad en el Consejo de Seguridad de NNUU y
críticas “in misericorde” en amplios círculos de analistas e intelectuales.
La mayor parte de los análisis, que se pueden leer en España,
interpretan la iniciativa en clave interna de EEUU o por la influencia del
omnipresente lobby judío, sin descartar aquellos más burdos que lo achacan al desconocimiento
de la Administración Trump de los problemas de la región o a las habituales fanfarronadas
o salidas de tono del presidente.
Resulta curioso que algunos analistas que pasan por ser
expertos en el mundo árabe presten tan poca atención a lo que están publicando
muchos de los más influyentes medios árabes o transmiten los canales de TV. De
haberse tomado la molestia de salir de la zona de confort intelectual habrían ponderado como corresponde los importantes cambios que están teniendo lugar en
Arabia Saudí en el marco de su rivalidad abierta y ancestral con Irán. Los dos
auténticos protagonistas, que están detrás de todo lo que ocurren en Oriente
Medio, con mayor o menor complicidad de los países occidentales, que practican una
diplomacia de geometría variable. Dejo para los expertos el relato, pero,
ahora, no quisiera dejar de señalar, que tanto la casa real saudí, como sus
hermanos pequeños Emiratos, Bahrein y Kuwait, así como su beneficiario principal,
el gobierno egipcio, se han apresurado a saludar con entusiasmo la iniciativa
de Trump, que se había cocinado previamente en Riad, y reforzar su apoyo explícito
al Estado de Israel, que se espera que se convierta en el principal aliado de
la zona en su disputa con Irán.
Alguien en alguna universidad o think tank debería de
profundizar en la diferente naturaleza de las críticas a Israel y a EEUU.
Mientras que para algunos partidos y movimientos políticos en los países
occidentales se trata fundamentalmente de la solidaridad con una población, la
palestina, que se ha visto desplazada y subordinada, por la fuerza, por un
Estado que ha contado con el apoyo de sus gobiernos, los occidentales, y
sobremanera del de EEUU, que arrastra el viejo armiño imperial, es la quintaesencia
del "capitalismo explotador” y el gendarme global; para otros, los musulmanes, la
Umma, y los gobiernos de los estados confesionales, que tratan de actuar según
los preceptos sagrados, es insoportable la idea de ver como el segundo lugar
sagrado del Islam esté bajo control de los infieles.
La Mezquita de la Roca, en el centro de Jerusalén, rodeada por
Alburaq (el Muro de las Lamentaciones para los judíos), no es una mezquita más.
Es un lugar sagrado. Es, ni más ni menos, el punto exacto donde Mahoma reunió
al resto de los profetas (Salomón, Moises y Jesucristo, incluidos) dirigió los
rezos y se elevó a los cielos a la presencia de Allah. Nunca un musulmán podrá
aceptar que ese lugar sea profanado por la presencia o el control de los
infieles. ¿Alguien puede imaginarse el Vaticano custodiado por el ISIS en lugar
de por la Guardia Suiza? Las desgracias de los palestinos al lado de los
principios de fe son algo totalmente secundario.
Es verdad que el Corán, la palabra de Dios, no menciona a
Jerusalén y que solo describe el “viaje nocturno” de Mahoma a lomos de un
pegaso y en compañía del arcángel Gabriel a la mezquita “más alejada”, aquella
que fue construida nada menos que por Adán o por los ángeles, pero los hadices
posteriores dejan fuera de toda duda que esa mezquita es la Mezquita de la Roca
en Jerusalén, algo de lo que ningún musulmán duda.
Comprendo que es difícil abordar análisis políticos o
geoestratégicos basándose en las creencias, y que, en cualquier caso, estas no
lo explican todo, pero si no hay una base de conocimientos profundos sobre el
islam y las arraigadas creencias de los musulmanes, los análisis de los “expertos”
tienden a repetir lugares comunes, evitan abordar comportamientos aparentemente
contradictorios y lo que es peor no contribuyen a aportar ideas para avanzar
por el tortuoso camino de la paz.
9 diciembre 2017