“Pobre del cantor que no halle el modo
de tener bien seguro su proceder con todos”
Pablo Milanes
La cantante saharaui Aziza Brahim ha anunciado que cancela
su actuación en el “Jerusalem Sacred Music Festival Season 2015”, al que
suponemos fue invitada. Le dimos los parabienes cuando anunció su participación y
seguimos a su lado, respetando su decisión, en la que sin duda han podido
influir las críticas, e incluso llamadas al boicot a sus actuaciones, por parte
de personas destacadas del llamado “movimiento solidario”.
No se trata ya de considerar si llevar la música saharaui al
corazón de la capital del Estado de Israel es igual a apoyar su política o por el contrario dar
a conocer allí la nuestra…
Aziza no es una embajadora de la RASD, no está en “nómina”
del Ministerio de Cultura, ha logrado sólo con su esfuerzo y su arte ser una
figura internacionalmente reconocida; es simplemente una cantante, una artista
que ha sufrido el refugio y que está comprometida con los anhelos del pueblo
saharaui de recuperar su tierra y su libertad, y así lo canta.
Aquellos que tratan de poner fronteras, censuras o
territorios de exclusión a la cultura y el arte, amparándose en ideologías, sin
pretenderlo, se alinean con los episodios mas oscuros del totalitarismo. Si hay
algo que requiere la mayor dosis de libertad es la creación y la difusión de
las obras. Si hay algo que puede restañar las heridas de la política y la
guerra es la música, como nos enseñó Edward Said y Daniel Barenboim creando
la Orquesta West-Eastern Divan,
compuesta por jóvenes músicos árabes e israelíes tocando juntos, armoniosamente.
Cuando supe la noticia de la actuación de Aziza en
“territorio ocupado” y vi las reacciones de la militancia y el activismo
progresista no pude evitar pensar en los saharauis que deciden retornar, en los
saharauis que hartos del refugio eterno y con la esperanza agotada, quieren
volver a vivir en su país, aunque este esté ocupado, aunque esa decisión les
prive de la ayuda humanitaria; saharauis, que aunque sabemos que nunca
entregarán su corazón a Marruecos, sobre ellos se arroja la sombra de la
sospecha y el reproche, construida desde un perverso entramado de intereses
inconfesables que alimenta el statu quo. Como en la granja orwelliana hemos
acabado llegando a una situación en la que “unos son mas iguales que otros”.
Todos estamos sometidos al indeseable escrutinio de estos
jueces del recto comportamiento que utilizan sus clichés ideológicos y su
moralidad asamblearia para anatematizar cualquier “conducta desviada”,
cualquier salida del redil.
Los saharauis, cómo Ulises, algún día tendrán que atarse al
mástil de su futuro como pueblo soberano para no dejarse seducir por los cantos
de sirena de tantos “amigos”, que a veces confunden nuestra hospitalidad y
gratitud con otorgarles derecho de acampada ideológica.
Y mientras tanto: que nadie ose silenciar la música.
Lehdía Mohamed Dafa
30 de julio 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario