Ahora que Mahyuba ha recuperado su libertad, me congratulo
con todas las personas que han mostrado su apoyo y reclamado la libertad para
ella, y con ella, la libertad y los derechos de las mujeres, y de manera
particular de las mujeres saharauis.
Es el momento de reflexionar, de compartir y contrastar
ideas, de sacar conclusiones que nos ayuden a orientarnos en la lucha por la
libertad, la igualdad y la democracia para los saharauis y el resto de los
pueblos.
Denunciar la privación de libertad de movimientos de una
mujer adulta, aunque como en este caso sea por obra de su familia, por mucho
que la tradición, costumbres o creencias puedan pretender justificarlo, por mas
que se haya tratado de presentar como “un conflicto entre familias”, es
denunciar la violación de un Derecho Humano fundamental y por ello ha acabado
concitando un amplísimo apoyo incluso desde las posiciones mas diversas.
La Libertad, los Derechos Humanos y la Justicia no son
patrimonio exclusivo de Occidente, de los nsara,
son ideales y logros del conjunto de la Humanidad, que a todos nos dignifican,
a los que todos podemos apelar, y que están por encima y son una referencia en
los roces culturales o conflictos entre distintas sociedades.
En la sociedad saharaui, como ya ha ocurrido en muchas otras
del mundo árabe y musulmán, se irán inevitablemente adoptando nuevas formas de
vida que obligarán a una paulatina revisión de los preceptos religiosos y
culturales, un proceso que bien podría calificarse de despatriarcalización del
Islam y de la Sharía.
A menudo se ignora que la historia de las luchas de las
mujeres en el mundo árabe y musulmán por sus derechos empezó nada menos que
hacia 1920 en Egipto. Muchas de nosotras, por voluntad propia, somos herederas
de aquellas activistas y de todas las hermanas que han tenido que soportar
acusaciones y violencia por defender la
igualdad en derechos y libertades de la mujer. Tampoco aceptamos la idea
ampliamente extendida en Occidente de que la mujeres musulmanas, y saharauis en
este caso, somos incapaces de generar un debate y crítica del patriarcado y de
sus prácticas de subordinación y discriminación de la mujer.
La sociedad saharaui tiene pendiente un debate sincero y
renovado sobre la necesaria -e inevitable en un mundo global- igualdad de
género, partiendo de la situación real: la de una sociedad profundamente
patriarcal (no la imagen irreal, que en beneficio de la causa, lleva décadas
“vendiéndose”). Se hace improrrogable y prioritario un desarrollo legislativo
que establezca nítidamente la igualdad de la mujer saharaui en la totalidad de
derechos, lo que contribuirá a ir avanzando en el terreno de la igualdad real.
Aunque todavía tímida, la rebeldía de las mujeres saharauis
ha “salido del armario”. Esta lucha ha permitido visibilizar que podemos y
queremos enfrentarnos al desafío de ser saharauis, exiliadas (da igual dónde) y
musulmanas, pero con la voluntad de beneficiarnos de todas las ventajas de la
modernidad. Queremos estar en los mismos espacios de participación que los
hombres, sin que por ello se nos intente criminalizar o condenar al ostracismo
y el aislamiento social. No lo vamos a permitir.
Las organizaciones oficiales de mujeres saharauis,
integradas en el aparato, que han desempeñado un importante papel en el pasado
en el empoderamiento y la participación de la mujer y que posibilitan la
presencia de la causa saharaui en los foros internacionales, hoy se muestran
incapaces de liderar la lucha por la emancipación de la mujer saharaui.
El Frente Polisario si no quiere verse amonestado por
informes de supervisores internacionales de Derechos Humanos, como el reciente
de HRW, o por presiones de gobiernos que velan por los derechos de sus
ciudadanos (caso Mahyuba) tendrá que revisar y actualizar su ideario político.
Los gestos como la creación del Consejo de DDHH en los campamentos, no son
suficientes. En los Derechos Humanos se cree, y se vela por su cumplimiento, en
el Sahara ocupado y en los Campamentos, o no se cree y solo se utilizan a
conveniencia política, con las consecuencias dichas.
Los debates, que inevitablemente se han producido en las
redes sociales, entre algunos españoles y saharauis (no todos formulados desde
el respeto y la altura de miras) han servido para conocer mejor mentalidades
machistas, resentimientos históricos y
xenofobias latentes. La realidad, para bien o para mal, no es tan idílica ni maniquea
como pretenden los propagandistas. Queda mucho trabajo por hacer. Hagámosle con
cordura, con respeto y sin odio.
Lehdía Mohamed Dafa
1 noviembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario