El pasado 28 de abril el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas aprobó por unanimidad la resolución 2218 (2015) por la que se renueva,
como viene haciendo desde hace 23 años, el mandato de la MINURSO (Misión de las
Naciones Unidas para el Referendum en el Sahara Occidental), con un presupuesto
de 52,4 millones de US$/año.
Esta vez, a diferencia de lo ocurrido el pasado año, no se
ha debatido ampliar las competencias de la Misión a la vigilancia de los
Derechos Humanos tanto en el Sahara ocupado, como en los Campamentos de
Refugiados en Tindouf (Argelia), habida cuenta de la virulenta oposición de
Marruecos.
La dirección del F. Polisario por un error de calculo en sus
análisis había creado expectativas de que éste año sería decisivo. Pero nada ha
cambiado, y ahora cunde el desanimo entre los saharauis.
El conflicto, como es bien sabido, está absolutamente
bloqueado por la intransigencia de Marruecos y del F. Polisario, y por el nulo
interés, de ambos, en negociar, sin maximalismos, un acuerdo realista y factible.
Dejando a un lado las recurrentes amenazas de algunos
dirigentes del F. Polisario de verse obligados a tener que volver a la guerra,
ya que en las actuales circunstancias, como todo el mundo sabe, es algo
absolutamente inviable y que Argelia en ningún caso podría permitir por su
propia seguridad nacional, la primera reacción ha sido crear una Comisión
compuesta por 20 miembros para realizar consultas con distintos sectores de la población y
elaborar una propuesta que defina la futura relación con Naciones Unidas, que
sería sometida a debate en el XIV Congreso del F. Polisario en ciernes.
A pesar
del palmario inmovilismo de los dirigentes, no habría que descartar la
posibilidad de que se realice algún gesto para tratar de salvar la cara, como
podría ser: declararse desvinculados del Plan de Paz aprobado en 1988, algo
simbólico pero de relevancia tanto desde el punto de vista diplomático como por
lo que supondría de potencial aumento de la inseguridad en la región, o
actuaciones puntuales para restar reconocimiento, incluso “hostigar” algunas
labores de la MINURSO. Con todo, nada de esto parece ser un vector con la
suficiente longitud que posibilite una solución al conflicto o un avance
significativo en las negociaciones.
Un elemento añadido es la salud del presidente, Mohamed
Abdelaziz, que si bien actualmente no le impide desarrollar sus funciones, si
abre la veda de las maniobras sucesorias y con ellas a posibles desencuentros
tribales.
Las duras condiciones de vida de los refugiados saharauis,
su falta de derechos y oportunidades, así como la seguridad y el progreso de la
región, exigen nuevas políticas y nuevos actores, que con el apoyo de la
Comunidad Internacional, abran los escenarios políticos y sitúen en las agendas
los problemas del mañana: políticas sociales, movilidad, sostenibilidad,
enfoques de género, equilibrio de poderes, seguridad jurídica, competitividad,
gobernanza, derechos humanos, libertad de información, etc…
Referéndum versus Autonomía es ya un eje herrumbroso,
insuficiente y simplista.
Una generación, los sexagenarios dirigentes del F.
Polisario, está escribiendo el epílogo de una etapa histórica, cabe exigirles
la altura de miras necesaria para favorecer su inevitable relevo sin nepotismo.
El nuevo XIV Congreso representa una oportunidad, que no se
debe desaprovechar, para que por una élite de profesionales saharauis, formados
en distintas universidades, abiertos a los nuevos rumbos de un mundo global y
con capacidad necesaria para desplegar nuevas políticas de solución del
conflicto, asuman responsabilidades de dirección y gobierno para el logro de
mayores niveles de libertad, bienestar y convivencia de la población saharaui,
contribuyendo, además, en la medida de lo posible, a la anhelada Unión del
Magreb.
Lehdía Mohamed Dafa
Mayo 2015
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