El tradicional discurso del rey Mohamed VI, en el 40
aniversario de la “Marcha Verde”, coincidiendo con una visita de varios días a
El Aaiún, parece pretender iniciar un nuevo capítulo de la ocupación y el
dominio de la mayor parte del territorio del Sáhara Occidental.
Hay tres líneas en la declaración que se podrían destacar.
Por un lado, la lista de proyectos e inversiones para el desarrollo de la zona
y su mayor integración territorial y económica en Marruecos. Los proyectos
anunciados van desde la construcción de una carretera que una Tiznit con El
Aaiún y Dajla, pasando por nuevas rutas de transporte aéreo desde el Sáhara al
resto de países africanos, acabar la conexión ferroviaria de Marrakech con La
Guëra, la construcción de un puerto transatlántico en Dajla, nuevos proyectos
de energía solar y eólica, la conexión de Dajla con la red eléctrica de
Marruecos, o la apertura de unidades explotación pesquera, en El Aaiún, Bojador
y Dajla a la inversión nacional y extranjera. De alguna manera, este conjunto
de inversiones, de llegar a realizarse, suponen un paso mas en la consolidación
del dominio de Marruecos y un mayor obstáculo para cualquier modificación
sustancial del statu quo, al tiempo que representarían mas puestos de trabajo y
mejores servicios para los habitantes.
En segundo lugar se podría decir que se piensa en el Sáhara,
y su singular modelo de desarrollo, como la plataforma para un acercamiento de
Marruecos al resto del continente africano, empezando por una mayor
interconexión e influencia en el África subsahariana. Fracasado el proyecto de
integración del Magreb por la rivalidad con la vecina Argelia, podría estarse
pensando en complementar las alianzas atlantistas y europeístas de Marruecos
con un mayor predicamento en los países africanos, la mayoría de los cuales,
hasta ahora, están respaldando la posición de Argelia y del F. Polisario en el
litigo saharaui.
Por último, además de una loa a “los auténticos y
legendarios saharauis, un pueblo autosuficiente, que nunca ha esperado la ayuda
de nadie” y que ahora se ven reducidos “en los campamentos de Tinduf a la
miseria, la dependencia de la ayuda humanitaria y la privación de derechos”,
reduce a los dirigentes del F. Polisario, interlocutores de Marruecos en las
negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas, a poco menos que unos
depredadores de los miles de millones de la ayuda humanitaria (menciona la
cifra de 60 millones de €/año), con cuentas corrientes y propiedades
inmobiliarias en Europa y América Latina. Y carga contra Argelia por no hacer
nada para mejorar las condiciones de vida de los refugiados a los que acoge.
Con este ataque público se cortan, deliberadamente, los puentes de un futuro
entendimiento y acuerdo para una solución negociada. De ahí la desesperación
que empieza a cundir entre algunos saharauis, que ven como el final del
conflicto sigue siendo un espejismo.
La sociedad marroquí, hoy, apenas tiene que ver con aquellos
que, Corán en mano, hace 40 años, fueron conducidos a ocupar el Sáhara
Occidental, ante el abandono precipitado de esa
España, ancién regime, agonizante. Pero comparte con aquella un
sentimiento nacionalista, que favorece la intransigencia del Mazjen. Marruecos,
si conoce a los saharauis y quiere realmente construir conjuntamente con ellos
el futuro de la región, tiene que hacer mucho mas que carreteras o bibliotecas
y museos de la cultura hasaní, tiene que respetarles; tiene que reconocer su
derecho a administrar su vida colectiva y recursos; y sobre todo, no puede
atropellar sus libertades.
Un primer paso, sencillo y fácil, es permitir que los
saharauis, especialmente los refugiados, puedan entrar y salir de su país con
total libertad, sin exigirles pasaporte de otras nacionalidades, como ahora
ocurre.
Lehdía Mohamed Dafa
8 noviembre 2015
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