Ha pasado un mes desde que se produjo el relevo en la cúpula
del Polisario y el encefalograma político que se dibuja es una línea plana....
Una especie de luto suspendido en la memoria colectiva.
Nadie pone en duda que la voluntad mayoritaria, en general,
de los saharauis es la continuidad con la política tradicional del Frente, pero
cabría esperar que el nuevo Secretario General, llevado por la responsabilidad
o una mínima ilusión, hubiese presentado ya algunas ideas o proyectos que
intentasen galvanizar a la comunidad saharaui, fuesen marcando una cierta
impronta o algún tipo de hito inicial de su mandato. Y es que una cosa es la
continuidad de políticas y hasta un cierto orgullo y determinación en continuar
la batalla por una causa justa y otra el inmovilismo. Y este segundo es el que
parece estar marcando el tiempo del relevo impuesto por la defunción de Mohamed
Abdelaziz.
Los saharauis a fuerza de estar permanentemente doliéndonos
por la herida de la ocupación y de regodearnos en el esencialismo de nuestra
singular cultura hemos acabado, casi, resignándonos a ser un vagón abandonado en
la vía muerta de la hamada. Y llevados por la lealtad a nuestros mártires y
alentados por resoluciones de Naciones Unidas, sobre resoluciones, nos estamos
convirtiendo en un ejercito de sombras.
Como en toda sociedad profundamente tradicional hay una
cierta aversión y temor a los cambios, que nos lleva a perpetuar, acríticamente,
a los dirigentes en uno u otro cargo, y a repetir una propaganda erosionada y un
conjunto de tópicos, que devalúan la defensa de nuestra causa y
que solo sirven como “santo y seña” de reconocimiento del oficialismo. Este es
un ecosistema de extrema fragilidad frente a los torbellinos globales y la
aceleración vertiginosa de los cambios de un mundo que sigue interconectándose y
mestizando las ideas y estilos de vida que se muestran en el escaparate global de
internet.
La Sociedad de Naciones se enfrenta a retos colosales y no parece que un conflicto enquistado como el del Sahara, en el que cada parte parece haberse aclimatado y encontrarse relativamente cómoda en su respectiva intransigencia, vaya a distraer la atención de los países que deciden y del Consejo de Seguridad mas allá de cumplir con las meras formalidades año tras año.
La Sociedad de Naciones se enfrenta a retos colosales y no parece que un conflicto enquistado como el del Sahara, en el que cada parte parece haberse aclimatado y encontrarse relativamente cómoda en su respectiva intransigencia, vaya a distraer la atención de los países que deciden y del Consejo de Seguridad mas allá de cumplir con las meras formalidades año tras año.
Hoy, los saharauis somos una flor seca, prensada entre las
páginas de la historia. Sólo volveremos a la vida, sólo nos incorporaremos a
los pueblos que nomadean persiguiendo el futuro, si recibimos el riego de
nuevas ideas, la ilusión de nuevas políticas y la savia de la modernidad. Se
trata de hacer un hueco y acoger como propios, sin complejos, los valores de la
libertad, la democracia, los derechos fundamentales, la igualdad de género, la
secularidad, el respeto auténtico a los otros, los ideales de progreso y
conocimiento, etc… y de incorporarlos a nuestra cultura reinterpretándolos de
acuerdo a las actuales circunstancias.
Nos sobra valor y tenacidad para afrontar el reto y salir
del inmovilismo.
Lehdía Mohamed Dafa
9 de agosto de 2016
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