viernes, 9 de agosto de 2024

El negro rojo

Por Lehdía M. Dafa 

Nada más instalarse en el barrio 1 de la daira de Hagunía, a finales de los años setenta, se han convertido en el centro de todas las miradas y comentarios. Proceden de Mauritania. Él negro, ella blanca como la espuma del océano. Pero él, no se llama Embarek, Masud, o Suelim, se llama Isa y parece un dios del Olimpo, tallado con la mayor perfección y cuidado hasta en el más mínimo detalle de su fisonomía. Intimida por su estatura, mas de un metro noventa. Tiene la piel marrón tirando a rojiza, y brilla como si estuviera barnizada; unos ojos color miel y una nariz ligeramente achatada, que contrasta con unos labios finos. El blanco y la perfección de sus dientes, en contraste, es impresionante. La mayoría de las mujeres del barrio, estaban fascinadas por la anchura de su espalda, sus perfilados pectorales y sus bíceps que se deslizan como dos bolas sumergidas hacia arriba y hacia abajo al más mínimo movimiento de sus brazos. Todas comentar no haber visto nunca un hombre con ese culo prominente, esas piernas musculadas y esos enormes y firmes pies. También llaman la atención sus manos en cuya superficie un entramado de visibles venas parecen las raíces de un robusto árbol.

Isa acudió a los Campamentos de Refugiados Saharauis como brigadista mauritano movido por lo que entonces se llamaba “internacionalismo proletario”. Isa había militado en la clandestinidad en el Partido Comunista Mauritano, (Hizb Alkadihin), que siempre tuvo afinidad y simpatía por el Frente Polisario en tanto que movimiento de liberación nacional anticolonialista. A Isa le ofrecieron un puesto de profesor en el Internado 12 de Octubre, pero prefirió ir al frente y empuñar las armas. Allí no tardó en ganar fama de ser un guerrillero valiente; y además era apreciado por su dominio del francés y una cultura general mezcla de lecturas y experiencias intensas de vida. Cada vez que una delegación extranjera visitaba la región militar, él era el interlocutor. También leía y traducía al árabe las instrucciones y los letreros de la munición que confiscaban a los marroquíes. Discutía mucho sobre política, y sabía de memoria y recitaba con una sorprendente erudición infinidad de poesía bidan y árabe clásica. 

Durante los permisos del ejército, Isa, como no tenía más familia que su mujer, se quedaba la mayor parte del tiempo en su jaima junto a ella y su gato “Fransuá”, al que adoraba como si fuera un hijo. Se pasaba el día escuchando las emisoras de radio francesas o música haul ya que tenía una buena colección de los grandes artistas mauritanos del momento como la familia Abba, en especial Dimi y Sidati.

 En el barrio es un hombre de trato amable y sonriente. No hay día que no ayude a las mujeres y niños con los pesados bidones de agua en el pozo del barrio, que quedaba al lado de su jaima. Además, con su extraordinaria fortaleza, Isa es el único capaz de cargar con dos bombonas de gas, o dos sacos de harina uno en cada mano. También ayuda a sus vecinas a cavar trincheras o a hacer bloques de adobe. Y, sin embargo, de él también se dicen cosas... Muchos comentan que es un brujo de origen senegalés y cuando ocurre una desgracia algunos le señalan con un dedo acusador. Dicen, que brujos como él tienen el poder de enviar un hechizo desde cualquier lugar donde estén. Y el estar casado con una mujer blanca, cuyo nombre hace honor a su belleza, Yamila, no deja de ser sospechoso. En definitiva, Isa, para casi todos, es un hombre enigmático, y vete a saber si con poderes ocultos. Nunca se ha enfrentado con nadie, pero parece sentirse orgulloso y alimentar mandando señales, de forma sutil, del misterio que le envuelve y de su singularidad, junto a la bella Yamila. 

Se firmó el alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario en 1991. Los vecinos daban por sentado que la extraña pareja, se volvería a su tierra, a Mauritania, pero cuál fue la sorpresa al ver que abrían una tienda en el mercado central de Guelta. En ella vendían todo tipo de mercancías, pero sobre todo productos cosméticos de alta calidad nunca antes vistos en los campamentos, que importaban de Mauritania y Francia. Las cremas para el blanqueamiento de la piel cobraron fama enseguida, y atraían a clientes de todos los campamentos.

Hurría, vecina y cliente habitual, había mezclado varios remedios de los que vende Isa para conseguir el toque final a su tratamiento de blanqueamiento, pero justo el día antes de su boda, se levantó con quemaduras y costras en ambas mejillas. No se pudo casar por la gravedad de las lesiones. Su estado de shock ha sido tan grande que se la cerró completamente el apetito, y perdió, casi de golpe, una buena parte de los casí 100 kilos que había llegado a pesar para la boda. Su prometido acabó hartandose de esperar a que volviese a tener la cara blanca y lustrosa y los tobillos rellenos y redondos y acabó casándose con otra. 

A partir de aquel suceso, Hurría, que siempre ha sido de un temperamento impulsivo y difícil, dirigió su ira y deseo de venganza contra Isa y su mujer. No se quita de la cabeza el adagio saharaui: “Hay tres cosas de las cuales no te puedes fiar nunca: un río crecido, un camello bravo y un negro rojo”.  Y sobra decir que para ella el maldito Isa es un negro rojo, y el culpable de su terrible desgracia. 

 Y todo empieza a rodar. No hay día que no salgan a la luz nuevas informaciones sobre la pareja. Una dice que Isa es el hijo ilegítimo de una negra de origen maliense, que escapó de sus amos bidán en Nuadibú, y un sargento francés allá por los años cuarenta. Otra que, en realidad, es cristiano y no musulmán; y la prueba es que, en lugar de llevar el apellido de su padre como todo el mundo, se llama “Isa uld Mariam”, es como decir “Jesús hijo de María”. Dicen que su madre nada más llegar a Francia le abandonó porque, aunque es negra, también tiene moral y sabe que un hijo “fruto del pecado” es una maldición. Tuvo su merecido, y es que la justicia divina llega tarde o temprano, murió muy joven en un accidente de coche en Marsella. Sin embargo, su padre, el francés, un aventurero un poco loco, amante del desierto y de sus gentes, tuvo la osadía de volver con el niño en brazos a Mauritania. Y tuvo además la ingeniosa idea de dejarle a cargo de una familia bidán a cambio de una buena cantidad de dinero. Esa familia, lo crió y le dió una buena educación, como si fuera blanco. Pudo estudiar en el colegio francés de Nuakchot, un privilegio reservado únicamente para los hijos de los notables. En honor a su madre, que en realidad no se llamaba Mariam, “cómo se va a llamar Mariam una negra”-exclamó la vecina que relataba esta historia, con indignación- es decir, para que el niño no se olvidase de su verdadera madre, el avispado padre, le bautizó como “Isa uld Mariam”. Pero bueno, da igual que sea hijo de un europeo, es un esclavo, y prácticamente un bastardo, porque es hijo de una negra que murió siendo esclava y encima de padre cristiano, que ni siquiera llegó a casarse con Adama, que era como se llamaba la negra rebelde, y no Mariam. 

En cuanto a la mujer de Isa, parece ser de una familia bidan. - “Bueno, no del todo” -asevera otra vecina- Es de madre saharaui de la tribu de Oulad Dleim y de padre mauritano descendiente de los árabes del norte de Níger. “Una mujer con su belleza podría haberse casado con quien quisiese, menos con un negro cristiano”.  “Estoy segura que Isa consiguió casarse con ella a base brujería y malas artes” “Se aprovechó del padre, que era un hombre pobre de la provincia de Atar, que tuvo la desgracia de tener diez hijas y ningún varón, así que andaba el hombre desesperado”. “Encima Jamila era la mayor y por tanto, tenía que casarse cuanto antes y dejar el paso libre para que sus otras hermanas pudiesen hacer lo mismo”. “Tú fíjate, los años que llevan juntos, sin descendencia y, aun así, no tienen más ojos que el uno para el otro” 

"Eso no se lo cree nadie -contesta Hurría- Isa es un golfo y tiene hijos ilegítimos por ahí". "Una amiga mía me juró por Allah, que al menos dos mujeres, cuyos nombres no voy a revelar, han sido víctimas de la magia negra de Isa, y por su culpa han estado durante años internas en El Gar", la cárcel de las madres solteras. 

 Con el paso de los días, la tormenta de chismes y comentarios maldicientes han ido perfilando la nueva y sospechosa identidad de Isa. El broche final también salido de la boca de Hurría y ahora resulta que el gato “Fransuá” es en realidad Isa; y la prueba es un hecho que todos conocen: a “Fransuá” nunca se le ha visto de día, como el resto de los gatos que andan merodeando y robando comida por las jaimas y cocinas de todo el vecindario. “Fransuá” sólo sale de noche, porque Isa, para poder practicar sus maleficios se encarna en él". Esto ha puesto al campamento patas arriba. Todos están en alerta máxima, porque el uso de la magia negra es un pecado capital, terminantemente condenado y prohibido por el Islam.

Los clientes empezaron a boicotear la tiende de Isa y sobre todo los productos de blanqueamiento no sólo de la cara y manos, sino también de los codos, los maléolos de los pies y del espacio entre piernas.  

Hurría, víctima y “heroína”, decidida a demostrar a todos su verdad: que Isa y su gato son la misma persona, una noche, le tendió una trampa a “Fransuá” que estuvo a punto de matarle. Pero el gato, al igual que su dueño, tenía una constitución y una agilidad fuera de lo común y consiguió escapar de un fuerte hachazo, que le hirió gravemente una de las patas traseras. A pesar de haber fallado, Hurría está satisfecha. “Mejor que no hayas muerto ahora, maldito, así sufres unos días más, pero de esta no sales, estoy segura”-dijo Hurría- mientras miraba cómo “Fransuá” se alejaba arrastrando la pierna camino de la jaima de sus dueños. 



A la mañana siguiente, la noticia corrió a la velocidad del relámpago. Isa, no fue a trabajar a su tienda. Tenía rota la pierna derecha. Todos cuchichean que no puede ser coincidencia, que el gato y su dueño sufrieran la misma lesión, en el mismo sitio, la misma noche.

Dos semanas más tarde “Fransuá” desapareció sin más, e Isa se curó la pierna como por arte de magia. Este hecho sirvió como nuevo argumento para Hurría, que no escatimaba esfuerzo alguno en tratar de acreditar que Isa y su gato eran el mismo. Veía como poco a poco ganaba credibilidad entre los vecinos. Todo el campamento está de su lado. Es la heroína que ha descubierto al farsante y malévolo Isa.  

Una noche el campamento se vió envuelto en un extraño manto de nubarrones que añaden más oscuridad y calma de lo habitual. - “Es hora de que tengáis vuestro merecido” -se dijo Hurría- “Ojo por ojo, diente por diente. Vais a sentir lo que es sufrir quemaduras en la cara”.  Salió de la cocina con una caja de cerillas y una garrafa de gasolina de 10 litros. Cuando apenas faltaban cincuenta metros para alcanzar la jaima de Isa, se desató una fría y densa tormenta de arena mezclada con las primeras gotas de una lluvia que llevaba años sin caer en los campamentos. Estridentes truenos y un rayo de gran potencia, como si estuviera lanzado por un experimentado arquero, impactó en el bidón de gasolina que portaba Hurria. Todos estaban ocupados con la tormenta, así que nadie escuchó los gritos de pánico, mientras Hurria, convertida en una bola de llamas, corría de vuelta hacia la jaima de sus padres.

A la mañana siguiente, el panorama de destrucción era desolador. Muy pocas jaimas habían quedado en pie, y la mayoría de las casas de adobe se habían derretido como azucarillos. Sin embargo, la casa de Isa permanecia intacta. Estaba abierta de par en par y vacía de muebles. Él y su mujer se habían esfumado, como si nunca hubieran existido, como si nunca hubieran sido esos vecinos diferentes del barrio 1 de la daira de Hagunía.  

 

Agosto 2024.

 

 

 

 


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